En la comunidad rural de Los Ángeles, ubicada a 14 kilómetros del municipio de Vertientes, en la provincia de Camagüey, la vida cotidiana transcurre entre olores insoportables, aguas negras y una evidente negligencia institucional.
Lo que debería ser un entorno digno para la infancia y la vida comunitaria se ha convertido en un lugar donde lo inhumano se ha normalizado.
Frente a la escuela primaria "Vicente Chávez" una fosa abierta lleva años formando parte del paisaje habitual. No es un accidente ni un descuido reciente: el lugar está plagado de aguas negras y residuos fecales que flotan y se descomponen a la intemperie, justo en la puerta de entrada del centro educativo.
Los niños y niñas de la zona inician su jornada escolar no con el sonido de un timbre, sino aspirando el hedor persistente que inunda todo el aire.
Este es solo un punto dentro de un mapa de abandono mucho más amplio. En Los Ángeles, proliferan los basureros improvisados y los criaderos de insectos, especialmente mosquitos, en una zona vulnerable al dengue. La combinación de aguas estancadas, basura acumulada y animales como cucarachas y ratas convierten el entorno en una amenaza constante para la salud pública.
Detrás de la tienda de abastecimiento, entre restos de comida y materiales desechados, los roedores se mueven libremente. Apenas a unos metros de ahí, una cisterna que debería almacenar agua potable está situada en medio del mismo entorno insalubre.
Esa contradicción —agua para vivir rodeada de elementos que enferman— resume la paradoja diaria que enfrenta esta comunidad.
“Es inhumano que los niños pasen el día entero aspirando ese mal olor”, afirma una madre visiblemente molesta mientras acompaña a su hijo a clases. Sus palabras están cargadas de resignación, pero también de una rabia contenida que nadie parece escuchar.
Fuente: José Luis Tan