El empresario y promotor cubano Boris Arencibia, de 52 años, fue sentenciado en Estados Unidos a casi cinco años de prisión por su participación en uno de los mayores esquemas de distribución de medicamentos adulterados y desviados descubiertos en los últimos años. La información fue dada a conocer por el periodista Mario Vallejo, quien resaltó la gravedad del caso desde su perfil de Facebook.
Arencibia, conocido por su vida de lujos, sus conexiones turbias y su historial de negocios cuestionables, formó parte de una red criminal que operó durante años bajo una fachada de legalidad.
La conspiración movió más de 28 millones de dólares en fármacos robados, adulterados o reetiquetados, entre ellos medicamentos para tratar el VIH, el cáncer y otras enfermedades graves, productos cuya cadena de frío y autenticidad son vitales para la vida de los pacientes.
Según la Fiscalía Federal del Distrito Sur de Florida, Arencibia trabajó junto a José Armando Rivera García, de 45 años, en una operación que se basaba en adquirir medicamentos de origen totalmente irregular. Parte de los productos provenían de recetas compradas a pacientes vulnerables, de formularios obtenidos fraudulentamente o de lotes robados.
Los fármacos eran almacenados sin control de temperatura, sin seguridad y sin ningún tipo de trazabilidad.
En algunos casos, los frascos no contenían más que vitaminas o pastillas genéricas, un fraude sanitario de proporciones nacionales.
El método delictivo combinaba lavado de dinero, empresas fantasma y falsificación masiva de documentos.
La red reenvasaba medicamentos, creaba distribuidoras farmacéuticas ficticias y usaba documentación fraudulenta para vender los productos a farmacias reales en todo Estados Unidos. Un negocio que parecía legítimo por fuera, pero que en realidad era una amenaza directa para la salud pública.
Las consecuencias fueron graves: pacientes con enfermedades potencialmente mortales recibieron medicamentos vencidos, incorrectos o adulterados.
La investigación, iniciada en 2019, destapó un entramado compuesto por 20 implicados, la mayoría ya sentenciados con penas que van de 30 meses a 14 años. Tanto Arencibia como Rivera se declararon culpables de conspiración para lavado de dinero.
Lo más sorprendente, según reveló Vallejo, es que incluso después de haber sido arrestados, ambos fueron acusados en 2025 de seguir operando una supuesta “mayorista farmacéutica” ficticia, intentando nuevamente vender medicamentos desviados con documentación falsa.
El descaro, aparentemente, era parte esencial del modelo de negocio.
En conclusión, Boris Arencibia no cayó por motivos políticos ni por disputas con el régimen cubano; cayó porque su red introdujo medicamentos adulterados en el sistema de salud estadounidense, poniendo en riesgo miles de vidas y dejando un rastro de fraude demasiado grande para ser ignorado.