El querido trovador cubano Frank Delgado ha utilizado su brillante maestría para relatar, esta vez con una crítica a un reconocido restaurante habanero.
Con su desbordado criollismo Delgado comienza recordando las bondades del sitio y la calidad de la comida:
“…Había comida preelaborada, y en aquel primer confinamiento fueron varias veces las que solicité sus servicios. Incluso, ahí pasé el 31 con la mejor oferta que he encontrado en mis contadas salidas de días señalados.
Su oferta gastronómica es muy buena, y va desde económicos platillos del día a delicias preelaboradas.
Cuando mi celda está llena de cables, instrumentos y trípodes, el termo pac (no sé si se escribe así) de Alta Casa es como una tabla salvadora”.
Luego llega al problema: el servicio ha domicilio:
“Su Talón de Aquiles es el pedido, los receptores y receptoras se muestran impacientes, poco colaborativos, desdeñosos, aburridos, huraños. Tal vez el cambio de perfil del trabajo (de camareros a recepcionistas sin el estimulo de las propinas) incida en esa actitud.
Puedo lidiar con eso, acostumbrado como estoy a los servicios estatales. Pero es malo constatar como algunos de esos vicios se transpolan o están metidos en nuestro inconsciente colectivo. Cada vez que llamo a Alta Casa tengo la sensación de que me están haciendo un favor”.
Pero al trovador, que siguió utilizando los servicios, le ocurrió ya un problema mayor que lo llevó ha dejarle un dicho de buen cubano: “solo les digo que deben saber en qué parte de su soberana humanidad pueden meterse sus ofertas”.
Así lo contó:
Que sobre o falte algo en mi pedido no ha sido un problema, que no nos hayamos entendido y que podamos corregir el error tampoco. Pero que me llamen y me regañen por mi reclamación eso si que no lo tolero. En el caso que me haya equivocado (que no es la cuestión, tal vez ella, abrumada por varios pedidos, no entendió bien el detalle del vuelto) dónde está la máxima de los servicios de que el cliente siempre tiene la razón.
Nada, son pequeñas cosas, "veleidades de la gloria" como diría la canción. Hay mucha competencia y puedo probar en otro lugar y así sucesivamente.
Voy a extrañar algunos de sus productos, y mi pérdida será mayor, pues disto mucho de ser un cliente VIP y no afectaré en nada su factura.
Esperé algún tipo de disculpas. No llegaron.
Por el regaño, por la soberbia, por el maltrato y para que no me censuren, solo les digo que deben saber en qué parte de su soberana humanidad pueden meterse sus ofertas.
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