En la Base de Supertanqueros de Matanzas, se levanta lentamente una nueva estructura de acero y promesas. La colocación de la cúpula del tanque 49-1, realizada por brigadas chinas junto a especialistas cubanos, marca un nuevo capítulo en la reconstrucción de la terminal petrolera destruida por el catastrófico incendio de agosto de 2022.
Cuatro nuevos tanques están en marcha, con el objetivo de restaurar los 200 mil metros cúbicos de capacidad perdidos durante el siniestro que cambió la historia reciente de la provincia.
Pero no todo es progreso ni celebración. A pesar del discurso oficial que subraya la “cooperación internacional” y la eficiencia del avance, la memoria colectiva aún guarda las imágenes del humo negro, las explosiones y el sacrificio de 17 personas, muchas de ellas jóvenes en servicio militar obligatorio.
Aquella tragedia, iniciada por la caída de un rayo sobre un tanque con 40 mil galones de combustible, desató una cadena de errores y negligencias que, hasta hoy, el gobierno cubano no ha querido enfrentar públicamente.
Durante seis días el fuego devoró la infraestructura, y con ella, la vida de bomberos, trabajadores y reclutas apenas entrenados, enviados al infierno sin la protección ni los conocimientos necesarios. Sus nombres apenas fueron mencionados en los partes oficiales. Sus rostros, muchas veces irreconocibles, quedaron grabados en la memoria de las familias que aún esperan respuestas.
En medio del humo, lo que también quedó expuesto fue el estado crítico del sistema energético cubano: instalaciones obsoletas, protocolos de emergencia inexistentes, improvisación, y decisiones tardías. Pese a eso, el gobierno celebró el fin del incendio como una “victoria del pueblo cubano”, evitando cualquier debate sobre la responsabilidad institucional en la tragedia.
Ahora, con la ayuda técnica de China, se busca levantar una nueva base con medidas de seguridad reforzadas: sistemas automáticos contra incendios, mayor distancia entre los tanques, pararrayos modernos y accesos mejorados. Pero ¿es suficiente? ¿Puede el acero nuevo tapar las grietas que dejó el dolor?
El primer ministro Manuel Marrero recorrió recientemente las obras y felicitó a los trabajadores por su empeño, mientras evitó mencionar a los familiares de los caídos. No hubo minutos de silencio, ni placas conmemorativas, ni promesas de justicia. Solo discursos sobre eficiencia y soberanía energética.
Se alzan nuevos tanques, sí, pero sobre una herida abierta. La cúpula brillante que hoy corona el nuevo tanque 49-1 parece más una lápida metálica que un símbolo de renovación. Porque los tanques se pueden volver a construir, pero las vidas perdidas, especialmente la de aquellos muchachos del servicio militar, no se pueden recuperar.
La reconstrucción física es evidente. La reconstrucción moral, en cambio, está pendiente. Cuba no puede seguir ignorando las causas profundas de sus tragedias. Mientras el fuego del 2022 siga sin respuestas, todo lo que se levante será sobre cenizas mal apagadas.
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