Si no fuera tan inquietante, parecería un remake. La historia actual insiste en revivir sus capítulos más tensos. La reciente ratificación del Acuerdo de Cooperación Militar entre Rusia y Cuba, firmada por Vladimir Putin el 15 de octubre, reactiva fantasmas de la Guerra Fría y coloca nuevamente al Caribe en el centro de la tensión geopolítica mundial.
El pacto —que amplía la colaboración en entrenamiento, logística y tecnología de defensa— llega en un momento de extrema sensibilidad global. No solo por la guerra en Ucrania, sino también por el regreso del discurso de bloques que divide al mundo entre potencias enfrentadas. Para Estados Unidos, las palabras del propagandista ruso Sergey Mardan, quien insinuó un despliegue militar desde una “isla grande del Caribe”, fueron una alarma directa. Washington interpreta esa frase como una amenaza velada desde territorio cubano, evocando de inmediato los recuerdos de la Crisis de los Misiles de 1962.
La Guerra Fría, más que un conflicto militar, fue una batalla de poder, propaganda y dominio ideológico entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Hoy, en 2025, ese mismo patrón resurge con otros nombres, pero idénticas estrategias: alianzas militares, sanciones económicas, ciberataques y narrativas extremas que alimentan la polarización global. El tablero ha cambiado, pero las fichas son las mismas.
El acuerdo entre Moscú y La Habana puede interpretarse como un intento de Putin por recuperar influencia en el hemisferio occidental, aprovechando las debilidades internas del régimen cubano y su dependencia económica. En este contexto, Cuba actúa una vez más como plataforma estratégica de una potencia extranjera, mientras su población enfrenta la peor crisis económica en seis décadas.
El simbolismo de este acercamiento no es menor. Reaviva temores dormidos y recuerda que el Caribe sigue siendo un punto de fricción entre superpotencias. Pero más allá de los titulares y las declaraciones incendiarias, lo cierto es que el mundo vuelve a deslizarse hacia una lógica de confrontación global, en la que cada gesto diplomático se convierte en una advertencia y cada maniobra militar, en una provocación.
La Guerra Fría nunca terminó del todo; solo cambió de forma. Y hoy, con Cuba y Rusia estrechando nuevamente sus manos frente al desconcierto de Washington, el mundo parece regresar a ese tiempo donde la paz pendía de un hilo.
Fuente: La Tijera News
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