El periodista santiaguero Enrique Pérez Fumero continúa librando una dura batalla por su vida después de haber sido sometido a una segunda cirugía craneal en el hospital "Saturnino Lora".
La operación, practicada como parte de un tratamiento prolongado por las lesiones sufridas durante un violento asalto a inicios de agosto, mantiene a médicos y familiares en estado de alerta permanente.
Aunque los profesionales de la salud aseguran que el comunicador se encuentra “consciente y cooperativo”, no descartan complicaciones derivadas de su prolongada estancia en terapia intensiva.
Enrique Pérez Fumero, Doctor en Ciencias de la Comunicación, realizador radial y profesor universitario, fue víctima de un brutal ataque en la madrugada del 3 de agosto.
Los agresores lo golpearon salvajemente, presuntamente para robarle sus pertenencias: zapatos, billetera y teléfono móvil. Sin embargo, la ferocidad del ataque conduce a familiares y allegados a sospechar de un trasfondo homofóbico en el crimen. La agresión no solo ha dejado graves secuelas físicas, sino que ha sacudido a toda la ciudad y al gremio periodístico cubano.
La violencia que sufrió Fumero es un recordatorio doloroso del creciente clima de inseguridad en Cuba. Más allá de un asalto común, este caso desnuda la vulnerabilidad de los profesionales de la comunicación, que ya de por sí trabajan bajo condiciones de presión y censura.
La primera intervención quirúrgica se había realizado en Las Tunas, tras detectarse la gravedad de las lesiones mediante una resonancia magnética. Desde entonces, los médicos advirtieron sobre la complejidad de su evolución. La segunda cirugía en Santiago de Cuba buscó estabilizar su cuadro clínico y reducir los riesgos neurológicos. Hoy, su vida depende de la vigilancia continua y de la respuesta de su organismo a los tratamientos.
Mientras tanto, las autoridades no han ofrecido información concreta sobre el curso de las investigaciones ni sobre la posible captura de los responsables. La ausencia de detenciones y el silencio oficial mantienen en vilo a familiares, colegas y ciudadanos que demandan justicia.
La indignación se refleja también en redes sociales, donde periodistas tanto independientes como vinculados a medios estatales han expresado solidaridad y exigido esclarecimiento.
El caso de Enrique Pérez Fumero no es solo una tragedia personal; es también un símbolo del deterioro social y de la falta de respuestas institucionales frente a hechos de violencia que afectan directamente a la vida civil y a la libertad de prensa en el país.
A dos semanas del ataque, las preguntas siguen abiertas: ¿quiénes fueron los responsables, qué motivó tanta brutalidad y por qué no hay aún detenidos? Mientras las autoridades callan, la ciudadanía exige lo que hasta ahora sigue ausente: verdad y justicia.
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