“No hay cama pa’ tanta gente”… el estribillo de la popular canción se volvió realidad esta semana en Las Tunas, donde el inicio de la subserie entre el equipo local y Ciego de Ávila quedó pospuesto, no por lluvia ni problemas en el terreno, sino porque no había dónde hospedar a los peloteros.
La situación retrata un problema mayor: la desaparición o el deterioro de gran parte de la infraestructura hotelera en la provincia.Instalaciones como el Cornito, el Cadillac, el Ferroviario, La Casa Central o el propio Hotel Las Tunas —hoy con capacidad muy limitada— apenas ofrecen condiciones, o han caído en franco abandono. De ahí que, cuando se planificó la serie,no tuvieron en cuenta opciones reales para recibir a ambos equipos si dado el caso no era posible hospedarse en el Hotel que supuestamente está hermanado en contrato con la Federación Cubana de las bolas y los strickes.
El único alojamiento viable, el Hotel Las Tunas, ya tenía reservadas sus habitaciones para otro evento vinculado a la televisión, lo que dejó sin techo a jugadores y entrenadores. Ni Islazul, responsable de la red hotelera, ni la Federación Cubana de Béisbol lograron coordinar con antelación un plan alternativo. El resultado fue un descalabro organizativo, que obligará a reprogramar los partidos y forzará dobles juegos más adelante.
El episodio desnuda otra grieta de la Serie Nacional: la precariedad de las condiciones que rodean al principal torneo deportivo del país. Lo ocurrido en Las Tunas no es casual; es la consecuencia de años de deterioro en instalaciones de hospedaje en el oriente cubano y de la falta de previsión de las autoridades.
En vez de soluciones, las explicaciones oficiales parecen justificar lo injustificable. Y mientras tanto, los peloteros —los protagonistas del espectáculo— terminan siendo víctimas de una improvisación que golpea directamente la calidad del torneo e irrespeta a la afición.
La pelota cubana, que ya enfrenta la emigración de talentos y la pérdida de competitividad internacional, sufre ahora también la falta de una cama donde descansar. Y el pueblo, que sigue viendo la Serie como parte de su identidad, se queda con la amarga sensación de que ni siquiera se puede garantizar lo mínimo para que la pelota ayude a olvidar las penas.
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