En una de sus declaraciones más crudas hasta la fecha, el primer ministro Manuel Marrero Cruz reconoció lo que millones de cubanos viven a diario: “Se nos acumulan los problemas”. Con esta frase, admitió la magnitud de una crisis que ya no puede ocultarse ni maquillarse: escasez de divisas, apagones interminables, falta de combustible y una economía estancada que no da respiro.
Durante una reunión con gobernadores e intendentes, Marrero dijo que el país debería actuar “como si estuviera en guerra”, una comparación que revela la profundidad del colapso. Aunque no hay un conflicto bélico declarado, el sufrimiento cotidiano en Cuba se vive como una batalla, sin luz, sin agua, sin alimentos y con una inflación que pulveriza los salarios.
El mensaje a los gobiernos locales fue claro: no esperen soluciones “desde arriba”. Pero, ¿cómo pedir respuestas a quienes no tienen recursos, ni autonomía real para decidir? Incluso el vicepresidente Salvador Valdés Mesa lo confirmó: "se fortalecerán los municipios, sí, pero sin soberanía". Es decir, más responsabilidad, sin poder real.
Mientras tanto, los apagones masivos siguen marcando la vida diaria. Más de tres millones de personas sin agua potable, el 89% de la población viviendo en pobreza extrema y un éxodo creciente de cubanos que abandonan todo en busca de esperanza.
En medio de este panorama desolador, el gobierno propone convertir contenedores marítimos en viviendas “sostenibles” y lanza una vez más planes para “corregir distorsiones”, aunque iniciativas similares han fracasado antes.
Las soluciones parecen más cosméticas que estructurales, mientras la retórica oficial sigue apelando a la “resiliencia” como receta mágica.
En el colmo de la desfachatez, Marrero arremetió contra el sector privado, acusándolo de ser parte del problema por los altos precios y anunció más controles y decomisos. Pero no hay autocrítica sobre el papel del Estado en el deterioro económico ni en la parálisis productiva.
La gravedad de la situación es innegable y el reconocimiento de Marrero llega tarde, pero al menos confirma lo que tantos han denunciado por años: Cuba está al borde del colapso.