Lis Cuesta, conocida popularmente en Cuba como La Machi y esposa del gobernante Miguel Díaz-Canel, volvió a ser noticia por sus declaraciones en la red social X (antes Twitter). En esta ocasión, tras participar en los actos oficiales por el 80 aniversario de la independencia de Vietnam, escribió un mensaje en el que llamó a los “imperialistas ridículos” a “sufrir” frente a lo que calificó como la victoria del socialismo, representada con la hoz y el martillo.
El tono triunfalista del mensaje contrasta con la dura realidad que vive la mayoría de los cubanos, atrapados en una crisis que se profundiza cada día: apagones interminables, hambre, carencias básicas y una economía devastada por décadas de mala gestión. Mientras Lis Cuesta celebra “victorias” en el extranjero, el pueblo al que dice representar apenas logra sobrevivir.
En su publicación, Cuesta exaltó la “resistencia, dignidad y valor” de quienes lucharon en Vietnam, vinculando esa gesta con la ideología socialista. Sin embargo, omitió cualquier referencia al sufrimiento cotidiano de los cubanos bajo el mismo sistema que ella defiende. Resulta contradictorio exigir que otros “sufran” mientras en la isla la población enfrenta colas interminables para conseguir pan, medicinas ausentes en farmacias y un transporte público prácticamente colapsado.
Sus palabras resultan ofensivas. No es el “imperialismo” quien padece las consecuencias del régimen cubano, sino el propio pueblo, sometido a una crisis estructural que ha forzado a cientos de miles a emigrar en los últimos años.
Lis Cuesta no ostenta cargo oficial alguno, pero su presencia en actos internacionales es constante. Viaja, se hospeda en hoteles de lujo y participa en ceremonias junto a su esposo como si se tratara de una primera dama reconocida, pese a que en Cuba nunca se ha admitido oficialmente esa figura. Todo ello ocurre mientras la población vive con salarios que apenas alcanzan para cubrir unos pocos días de alimentación, y en un contexto de inflación descontrolada.
Cada viaje suyo es visto como un insulto a la austeridad que el régimen exige a sus ciudadanos. La imagen de una funcionaria no electa que disfruta de privilegios contrasta con la de familias enteras que dependen de remesas o de la solidaridad vecinal para subsistir.
El mensaje de Cuesta evidencia el doble discurso del oficialismo cubano: un socialismo que se presenta como victorioso en el exterior, pero que en casa significa pobreza y desesperanza. Mientras se proclama que el sistema garantiza dignidad, la realidad es que millones de cubanos carecen de lo más elemental: electricidad estable, alimentos, medicinas y oportunidades de progreso.
Lo que ella llama “victoria” es, en la práctica, la derrota de un pueblo cansado de sacrificios impuestos en nombre de una revolución que ya no inspira más que frustración.
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