Nuevas imágenes se han difundido sobre el nuevo Hotel Corona, ubicado en la calle Morro, entre Colón y Trocadéro, frente al Parque Agramonte en el corazón de Centro Habana. La construcción, próxima a su finalización, destaca por su lujo desmedido y un derroche que contrasta brutalmente con la realidad de la capital cubana, donde miles de personas viven entre la pobreza extrema, el hambre y edificios en ruinas que se caen a pedazos.
Lo que debería ser un espacio destinado al turismo internacional, fuente de riquezas para el pueblo, se ha convertido en un símbolo de desigualdad, cinismo y corrupción.
El video muestra muestra que el personal que trabaja en la obra es mayoritariamente de origen indio, lo que evidencia que GAESA no confía en los trabajadores cubanos. Mientras esto ocurre, cientos de albañiles nacionales permanecen desempleados, incapaces de acceder a trabajos que podrían sostener a sus familias.
Este detalle refleja, una vez más, la indiferencia de instituciones como la CTC y el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que parecen alinearse con el régimen en lugar de proteger los derechos y necesidades del pueblo cubano.
El debate en redes sociales refleja indignación y nostalgia. Roberto Molina recuerda sus prácticas como profesor de ruso en la fábrica La Corona, enseñando a torcedores que elaboraban puros famosos como los de Churchill, y lamenta cómo se ha perdido esa historia. Otros, como Reinaldo Charles, expresan tristeza por el daño al patrimonio: “La antigua fábrica de tabaco… da mucha tristeza cómo acaban con lo bello que era en su momento”.
Isabel Azcuy añade que un lugar con tanta historia debería convertirse en un museo que preserve la memoria de los obreros y sus luchas, en lugar de ser transformado en un hotel de lujo.
Dagmar Muñiz y Leandro Solorzano señalan la paradoja de construir hoteles opulentos en medio de un paisaje desolador: calles deterioradas y edificios abandonados que contrastan con la magnificencia del nuevo inmueble.
Fernando Suárez Murias, en cambio, valora la majestuosidad del edificio y lo considera apropiado para un hotel, mientras Gladys Concepción Carvajal agradece la oportunidad de ver la foto y disfrutar de la belleza arquitectónica.
Félix Castillo recuerda la tradición de informar a los trabajadores sobre los acontecimientos y desconoce si hoy todavía se mantiene en las fábricas esa costumbre.
Roberto Hernández Traba ironiza sobre la proliferación de fotos de hoteles en construcción en Facebook, señalando que es un fenómeno sin comparación: “Para el próximo año, cada cubano, sobre todo los de provincia, podrá disfrutar de unas lindas vacaciones… ¡siempre nos queda la esperanza y la ironía!”. Elizabeth Aguilar simplemente resume la percepción general: “Y siguen los hoteles…”.
El Hotel Corona, en su esplendor artificial, se ha convertido en un recordatorio doloroso del abismo que separa a la élite gobernante de la población común. Cada detalle de lujo refleja decisiones políticas que priorizan ganancias externas y la imagen internacional sobre las necesidades internas.
Mientras tanto, La Habana se deteriora y miles de familias continúan sin techo digno, sin empleo y con pocas esperanzas de un futuro mejor. Este complejo encarna la desigualdad que atraviesa la ciudad: bajo la dictadura, el bienestar de unos pocos y las inversiones extranjeras tienen prioridad sobre la vida y dignidad de los cubanos.
Fuentes: La Tijera
Remberto Gonzalez Bolivar
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