La violencia del crimen organizado volvió a mostrar su rostro más oscuro en el desierto de Sonora. El colectivo ·Buscadoras por la Paz" halló los restos de 60 personas enterradas en más de 35 fosas clandestinas en una zona rural de Hermosillo, capital del estado, tras recibir un aviso anónimo que las llevó hasta un predio ubicado en el kilómetro 20 de la carretera 26, rumbo a la costa.
“Es un arroyo en medio del desierto, la tierra está floja y es fácil cavar. Además, la humedad permite el crecimiento de árboles y hierba, lo que facilita que los perpetradores se oculten entre la vegetación”, relató Cecilia Delgado Grijalva, fundadora del colectivo, al describir el espeluznante lugar donde aparecieron los cuerpos.
La Fiscalía General de Justicia del Estado de Sonora confirmó el hallazgo y explicó que todas las víctimas fueron secuestradas y posteriormente asesinadas como resultado de enfrentamientos y ajustes de cuentas entre grupos criminales que operan en la región.
Las fosas fueron descubiertas entre finales de enero y principios de febrero de 2025, pero la magnitud del caso se dio a conocer recientemente, luego de avanzar las labores de identificación forense.
Hasta ahora, cinco personas han sido detenidas y judicializadas por su presunta participación en los homicidios: Sergio Andrés “N”, Roberto “N”, Ángel Ubaldo “N”, Jesús José “N” alias “El Siete” y Daniel Antonio “N”. Otros dos sospechosos permanecen prófugos y ya se emitieron órdenes de aprehensión en su contra.
La Fiscalía aseguró que todos los cuerpos fueron identificados mediante pruebas científicas y entregados a sus familias, algunas de las cuales llevaban años buscando a sus seres queridos. Para los colectivos de búsqueda, estos hallazgos son tanto un golpe emocional como una confirmación de que la lucha por la verdad no puede detenerse.
Mientras las autoridades prometen continuar con las investigaciones, las madres buscadoras siguen cavando con sus propias manos, armadas solo con palas y esperanza. En palabras de Cecilia Delgado: “Nosotras no buscamos culpables, buscamos a nuestros hijos. Y mientras haya un desaparecido, no dejaremos de hacerlo”.
El desierto sonorense, con su silencio y su tierra suelta, vuelve a convertirse en un cementerio clandestino que grita justicia.
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