En la comunidad de Los Coquitos de Jaibo, municipio de guantánamo, una familia lo ha perdido todo tras una tormenta, que arrancó el techo de su vivienda y destruyó años de esfuerzo y sacrificio.
Según el testimonio difundido por el periodista Yosmany Mayeta Labrada, lo único que recibieron fue una visita simbólica del “poder popular”, discursos poco empáticos y cero ayuda material.
Fueron palabras vacías lo que dejaron los funcionarios locales: “Es muy doloroso lo que con tanto esfuerzo se ha logrado…”, declaró un representante oficial durante el encuentro con los afectados.
Sin embargo, no hubo entrega de materiales para reconstrucción, ni promesas de vivienda ni alimentos, y mucho menos soluciones reales que respondieran a la situación.
El contraste entre la emotividad del cuerpo y la ausencia de medidas concretas ha generado indignación.
En redes sociales, vecinos de Coquitos de Jaibo cuestionaron: ¿Dónde están los materiales prometidos? ¿Cuántas familias llevan años esperando? ¿Quién asume la responsabilidad de este colapso?
Este caso no es aislado. En 2024, el huracán Oscar devastó la provincia, dejando más de 11 000 viviendas dañadas en Guantánamo 257 destruidas por completo, 360 parcialmente colapsadas y 9 198 con pérdida parcial del techo según cifras oficiales recogidas por el periódico "Venceremos" y medios provinciales. Además, las críticas a la respuesta de emergencia se centraron en la carencia de alertas tempranas y la incomunicación provocada por apagones masivos.
Ante catástrofes similares, familiares evacuaron a miles de personas en municipios como San Antonio del Sur, Imías y Baracoa; el Ejército y Defensa Civil intervinieron, aunque la población denunció falta de información y desorganización en las evacuaciones.
Volviendo al presente, la familia afectada solía buscar refugio en la solidaridad local y redes de apoyo vecinal, pero esta vez no hubo ni colchones ni alimentos.
El mensaje institucional fue apenas un gesto fotográfico para el informe y un discurso reciclado en oficinas municipales.
La autoridad no explicó cómo se organizará la entrega de materiales, ni cuándo comenzaría el proceso de reconstrucción, ni quién será responsable en caso de un nuevo evento climático.
Este escenario refleja una realidad más amplia: en muchos barrios guantanameros, las viviendas no han sido reparadas desde el huracán de 2024.
No existen planes de vivienda actualizados ni mecanismos rápidos que permitan a las familias recuperar sus hogares tras desastres naturales. La confianza oficial no se traduce en protección ni asistencia tangible.
La comunidad exige claridad: días después del desastre, no hay fecha para la entrega de materiales, ni información sobre censos de damnificados, también se pide la intervención de organismos provinciales y nacionales, y medidas que eviten que familias vulnerables queden expuestas sin garantías y sin techo.
Mientras tanto, en Coquitos de Jaibo hay una casa sin techo, memoria sobre un gesto en horario institucional y el silencio de un sistema que prefiere el discurso sobre la ayuda efectiva.
Ésta es la realidad que sigue golpeando a quienes, con sus propias manos, construyen esperanzas que el olvido puede derrumbar.
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