Este lunes, más de un millón de niños y adolescentes se incorporaron a las aulas en Cuba para dar inicio al curso escolar 2025-2026, una fecha que tradicionalmente se celebra con emoción, pero que este año llegó marcada por las dificultades que enfrentan miles de familias.
Muchos estudiantes llegaron a clases tras noches de apagones y calor, luchando contra los mosquitos y la falta de descanso. Las madres y padres, por su parte, encaran una nueva etapa de resistencia diaria, tras haber adquirido uniformes, mochilas, zapatos, libretas y útiles escolares, en un contexto donde el agua y la electricidad escasean.
La rutina de estas familias es un verdadero desafío: mantener los uniformes limpios, plancharlos en los breves intervalos de energía eléctrica, preparar la comida y supervisar tareas, todo bajo las limitaciones de los recursos disponibles. Incluso la alimentación diaria se convierte en un reto; el pan de la cuota, cuando existe, alcanza apenas para uno por persona, obligando a padres e hijos a ingeniárselas para que los niños no pasen hambre.
A pesar de estas dificultades, el ingenio y la capacidad de adaptación de los cubanos se reflejan en la determinación de los estudiantes. Hoy, muchos sostienen su primer lápiz con la ilusión de aprender, mientras que otros enfrentan la escuela en condiciones adversas, con la esperanza de construir un futuro mejor.
El inicio de este curso escolar evidencia la resiliencia de una nueva generación de cubanos, depositaria de la esperanza de un país que busca salir adelante, incluso en medio de apagones, carencias y desafíos diarios.
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