El canciller cubano, Bruno Rodríguez, volvió a arremeter contra Estados Unidos, esta vez por la presencia de fuerzas militares navales y aéreas en el sur del Caribe. A través de su cuenta en la red social X, calificó la operación como una acción bajo “falsos pretextos” y parte de una “agenda corrupta” del secretario de Estado estadounidense Marco Rubio.
El funcionario cubano insistió en que América Latina y el Caribe deben ser respetados como “Zona de Paz” y condenó cualquier despliegue militar en la región. Sin embargo, lo que Rodríguez no menciona es que Cuba mantiene una estrecha alianza con el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, un régimen señalado repetidamente por agencias internacionales y tribunales estadounidenses como un Estado narcoterrorista.
Desde hace años, altos funcionarios venezolanos han sido acusados de participar en operaciones de narcotráfico a gran escala, enviando toneladas de cocaína hacia Estados Unidos y otros países. El propio Departamento de Justicia de EE.UU. ha presentado cargos contra Maduro y miembros de su círculo cercano, quienes, según investigaciones, utilizaron al aparato estatal para facilitar rutas de droga en coordinación con organizaciones criminales.
Mientras Cuba denuncia la “amenaza” de Washington en el Caribe, guarda silencio cómplice ante el hecho de que su aliado más cercano esté señalado por utilizar al Estado venezolano como plataforma de tráfico ilícito. Este doble discurso no es nuevo: La Habana se presenta como defensora de la soberanía regional, pero en la práctica respalda regímenes autoritarios y corruptos que atentan contra la estabilidad del continente.
El despliegue estadounidense, iniciado bajo la administración de Donald Trump, incluyó más de cuatro mil infantes de Marina y marineros en aguas del Caribe con el objetivo declarado de frenar el avance de los cárteles de la droga. Según la cadena CNN, citando fuentes del Pentágono, la operación busca ofrecer al gobierno estadounidense opciones para actuar contra estructuras criminales transnacionales que utilizan la región como corredor de narcotráfico.
El contraste es evidente: Washington intenta frenar la penetración de los carteles y el tráfico de drogas hacia su territorio, mientras que La Habana se dedica a condenar estas acciones y, al mismo tiempo, aplaudir y proteger a un socio estratégico como Maduro, acusado precisamente de encabezar uno de los mayores entramados de narcotráfico en la región.
Resulta contradictorio que el régimen cubano reclame la condición de “Zona de Paz” para América Latina cuando apoya a un gobierno bajo el cual se han documentado violaciones masivas a los derechos humanos, corrupción generalizada y vínculos directos con redes criminales. La defensa de Venezuela por parte de Cuba responde menos a principios de soberanía y más a la necesidad de mantener a su principal benefactor económico y político.
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