El portal oficialista Cubadebate publicó recientemente un extenso artículo en el que intenta responsabilizar una vez más al gobierno de Estados Unidos por la crisis sanitaria que atraviesa Cuba. Bajo el título “Sospechosa coincidencia de virus en Cuba obliga a recordar el pasado”, el medio repite el mismo discurso que el régimen ha utilizado durante más de seis décadas: culpar al “enemigo externo” de todos sus males mientras evita reconocer la magnitud de su propia incompetencia.
Según Cubadebate, el actual brote de Chikungunya detectado en Matanzas —una de las provincias más turísticas del país— podría no ser casual. El texto sugiere que la aparición del virus, que amenaza el flujo de visitantes hacia Varadero, coincide “sospechosamente” con las alertas sanitarias emitidas por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, insinuando una intención deliberada de perjudicar al turismo cubano.
Pero el artículo va más allá: retoma el viejo argumento de la “guerra biológica estadounidense” contra Cuba, citando un caso de 1981 y declaraciones de hace más de 40 años para insinuar que Washington podría estar detrás del resurgimiento del virus. Según esta narrativa, las enfermedades que hoy afectan a miles de cubanos serían el resultado de una conspiración orquestada desde el norte, y no de la evidente negligencia sanitaria, falta de control epidemiológico y deterioro del sistema de salud pública que padece el país.
Lo cierto es que los problemas que enfrenta Cuba en materia sanitaria no tienen nada que ver con el embargo estadounidense, sino con la incapacidad del régimen comunista de garantizar servicios básicos. La escasez de medicamentos, la falta de reactivos para análisis clínicos, el colapso de los hospitales y la acumulación de basura en calles y barrios son consecuencia directa de una mala gestión estructural, no de agresiones externas.
Mientras los hospitales se caen a pedazos y las farmacias permanecen vacías, el gobierno continúa invirtiendo recursos en hoteles de lujo y campañas propagandísticas, intentando vender una imagen de estabilidad que contrasta con la miseria cotidiana de la mayoría de los cubanos. La narrativa de Cubadebate, en cambio, pretende desviar la atención de esa realidad, apelando a un nacionalismo forzado que ya no convence a nadie.
Resulta absurdo que el régimen, tras más de seis décadas de control absoluto, aún insista en que sus crisis sanitarias, económicas o energéticas son responsabilidad de Washington. La misma retórica del bloqueo es utilizada para justificar desde la falta de pan hasta el colapso del transporte público. Sin embargo, los datos desmienten ese argumento: Cuba importa libremente alimentos, medicinas y productos humanitarios de Estados Unidos, y en 2024 las exportaciones estadounidenses hacia la isla superaron los 585 millones de dólares.
La situación sanitaria actual refleja las consecuencias de años de desidia y represión institucional. El régimen ha desmantelado progresivamente el sistema de salud que alguna vez presentó como su mayor logro. Médicos que emigran, hospitales sin luz, y brotes epidémicos que se expanden sin control son síntomas de un modelo agotado.
El intento de Cubadebate de atribuir el resurgimiento del Chikungunya a una “guerra biológica” o a “campañas mediáticas contra el turismo” no es más que una maniobra política para evitar asumir responsabilidades. La incapacidad del gobierno cubano para mantener una mínima higiene urbana o implementar campañas efectivas de fumigación no puede disfrazarse con teorías conspirativas.
Mientras los medios oficialistas se dedican a buscar culpables en el extranjero, el pueblo cubano continúa sufriendo apagones, hambre, insalubridad y enfermedades. El discurso de la confrontación externa solo sirve para mantener una narrativa de victimismo que intenta sostener un poder cada vez más débil y desconectado de la realidad.
En lugar de acusar a Estados Unidos de cada epidemia o crisis económica, el régimen debería mirarse al espejo y reconocer que su modelo comunista ha fracasado rotundamente. Culpar al embargo, al turismo extranjero o a supuestas “agresiones bacteriológicas” no devolverá la salud ni la esperanza a un país enfermo de abandono estatal.
A más de 65 años del triunfo de la Revolución, la propaganda ya no convence ni siquiera a muchos dentro de la isla. El pueblo cubano sabe que los verdaderos responsables de su sufrimiento no están en Washington, sino en el Palacio de la Revolución, donde el poder sigue negando la realidad mientras el país se hunde entre la miseria y la enfermedad.
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