El cierre del gobierno federal en Estados Unidos ha encendido todas las alarmas: millones de familias podrían quedarse sin ayuda alimentaria en noviembre si el estancamiento político en el Congreso continúa.
El programa SNAP —conocido popularmente como “food stamps”—, del que depende una de cada ocho personas en el país, enfrenta su mayor amenaza en décadas.
El Departamento de Agricultura confirmó que los fondos solo alcanzarán para las próximas dos semanas. Después de eso, los beneficios podrían suspenderse. “Estamos a punto de quedarnos sin dinero. Millones de familias vulnerables podrían quedarse sin alimentos por culpa del cierre”, advirtió la secretaria de Agricultura, Brooke Rollins.
El SNAP no es un programa menor: solo en Florida representa más de 7.000 millones de dólares al año y sostiene la alimentación de casi tres millones de personas. Sin él, madres solteras, ancianos y niños quedarían expuestos a la inseguridad alimentaria en un país que se precia de ser la primera potencia mundial.
La crisis surge tras el estancamiento del presupuesto federal, con republicanos y demócratas acusándose mutuamente. Mientras la Casa Blanca defiende haber garantizado los salarios de los militares, los demócratas denuncian que la administración Trump priorizó el gasto en defensa y deportaciones, sacrificando programas sociales esenciales.
“Los verdaderos recortes al SNAP vienen de la ley aprobada el 4 de julio, que desvió fondos hacia seguridad fronteriza”, señalaron líderes demócratas.
El cierre ya supera los 20 días y amenaza con convertirse en el más largo de la historia del país. Para millones de hogares, cada día de bloqueo se traduce en incertidumbre y angustia. “Las familias están asustadas. No saben si podrán alimentar a sus hijos el mes que viene”, lamentó Holly Bullard, del Florida Policy Institute.
El pulso político en Washington tiene consecuencias reales: hambre, deudas y desesperación. Lo que comenzó como una disputa presupuestaria se ha convertido en una bomba social a punto de estallar. Si en los próximos días no se alcanza un acuerdo, Estados Unidos podría enfrentarse a un escenario impensable: millones de personas haciendo cola en bancos de alimentos mientras el Congreso sigue discutiendo quién tiene la culpa.
Un país que puede pagar guerras, pero no comida para sus ciudadanos más pobres, demuestra que su verdadera crisis no es económica, sino moral.
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