En el marco del 99 aniversario del nacimiento de Fidel Castro, el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel aprovechó la fecha para lanzar un nuevo llamado a la “unidad” y la “resistencia” del pueblo, en un momento en que la realidad de la isla dista mucho de las consignas que repite la élite en el poder.
En un mensaje cargado de alabanzas al fallecido dictador, Díaz-Canel aseguró que una de las lecciones más importantes de Castro fue “jamás dejarse vencer por las circunstancias”. Sin embargo, esas “circunstancias” para los cubanos de a pie significan largas colas para conseguir un pedazo de pan, hospitales sin medicamentos, apagones que superan las 20 horas diarias y una inflación que pulveriza los salarios.
Mientras la población enfrenta hambre y precariedad, la cúpula gobernante y sus allegados continúan disfrutando de privilegios: acceso garantizado a alimentos, medicinas importadas, transporte exclusivo y lujosos complejos turísticos vedados al ciudadano común. La “resistencia” que pide Díaz-Canel es, en realidad, una carga que solo soporta el pueblo, mientras la élite vive a espaldas de la crisis.
El propio mandatario reconoció, aunque de forma indirecta, las “ineficiencias internas” que agravan la situación, pero volvió a culpar al embargo estadounidense como obstáculo “aparentemente invencible”. Este recurso retórico, repetido durante más de seis décadas, omite que gran parte de la crisis responde a un modelo económico centralizado, improductivo y corroído por la corrupción.
El aniversario de Fidel Castro, lejos de ser un momento de reflexión crítica sobre el presente y el futuro de Cuba, ha sido utilizado como inicio de un programa propagandístico que se extenderá hasta 2026, cuando se cumpla el centenario de su nacimiento. La maquinaria oficial ya se ha puesto en marcha para exaltar la figura del dictador y reforzar el discurso de que la única salida posible es seguir resistiendo bajo el mismo sistema que ha sumido al país en la ruina.
Medios estatales como Granma dedicaron espacios preferentes para recordar a Castro, mientras en la calle la desesperanza crece y miles de cubanos continúan huyendo del país en busca de una vida digna. La unidad que promueve Díaz-Canel no es para construir un futuro mejor, sino para perpetuar un modelo que solo beneficia a quienes detentan el poder.
Así, mientras el Gobierno apela a la épica revolucionaria, la realidad cotidiana de Cuba se resume en neveras vacías, apagones interminables y familias que sobreviven gracias a remesas o ayuda solidaria del exterior. El mensaje oficial habla de resistencia, pero la vida diaria demuestra que lo que se exige al pueblo es resignación.
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