Emigrar desde Cuba continúa siendo uno de los desafíos más complejos para los ciudadanos de la isla. Dejar atrás la familia, los amigos y la tierra natal implica enfrentarse a un laberinto de trámites burocráticos, gastos elevados y demoras interminables. La historia de Gaby Fresnedo, una joven cubana que finalmente logró establecerse en España, ilustra con precisión el esfuerzo, la paciencia y la determinación que requiere ese camino.
Desde niña, Gaby soñaba con vivir en Europa. A diferencia de muchos cubanos que apuntan al “sueño americano”, ella siempre se imaginó en España, tierra de sus antepasados. Su oportunidad llegó cuando su padre obtuvo la nacionalidad española gracias a la Ley de Memoria Histórica de 2007. A través de él, tanto Gaby como su hermano iniciaron el proceso para obtener la ciudadanía española, un trámite que demoró cerca de dos años, hasta que ella cumplió 18.
Con la nacionalidad ya asegurada, el siguiente paso fue conseguir los pasaportes cubano y español, indispensables para viajar. Sin embargo, los costos se convirtieron en un obstáculo: el pasaporte cubano costaba unos 2.500 pesos, mientras que el español suponía 30 euros, una cifra considerable para alguien sin ingresos fijos.
Aunque su padre cubrió los gastos de ciudadanía, Gaby tuvo que asumir el pago del documento cubano por su cuenta. Poco después intentó emprender un pequeño negocio de importación de mercancías, pero la pandemia de COVID-19 frustró sus planes y la obligó a concentrarse en sus estudios de Medicina.
Tras graduarse en 2022, decidió que era hora de concretar su sueño migratorio. Aunque poseía el pasaporte español, descubrió que eso no bastaba: los costos de viaje, boletos y trámites representaban un reto aún mayor. Para reunir el dinero necesario, comenzó a trabajar como community manager, ya que el salario de un médico en Cuba no alcanzaba para cubrir los gastos de emigración.
En 2023 inició la legalización de sus documentos universitarios, pagando 3.000 pesos a un intermediario para agilizar el proceso. Aun así, los trámites se extendieron hasta finales de 2024, cuando finalmente logró obtener las legalizaciones del Ministerio de Educación, aunque todavía debía apostillarlos, lo que le costó 10 euros por documento.
Además, tuvo que renovar su pasaporte español (30 euros) y pagar los gastos de transporte a La Habana, que ascendieron a 22.000 pesos cubanos. Tras comparar precios de boletos, decidió comprar su pasaje en septiembre de 2025, cuando las tarifas bajaron a 416 MLC (unos 320 euros).
Ese mes, Gaby finalmente viajó a España, cerrando un ciclo de más de cinco años de preparación y sacrificio. Una vez en su nuevo país, comenzó su proceso de adaptación: se empadronó, solicitó su DNI y tramitó una partida de nacimiento cubana, cuyo envío le costó entre 100 y 150 euros.
Hoy, instalada y establecida en su nueva vida, Gaby mira atrás con gratitud y alivio. Su experiencia, asegura, demuestra que emigrar desde Cuba no es un acto de suerte, sino de resistencia.
A pesar de las dificultades, el sueño que comenzó en la infancia se hizo realidad. “El esfuerzo valió la pena”, dice. Ahora, en España, disfruta de la libertad y las oportunidades que tanto esperó, sin olvidar el camino de sacrificios que la llevó hasta allí.
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