La crisis energética en Cuba se agrava sin señales de mejoría. Según el parte oficial de la Unión Eléctrica (UNE) correspondiente al miércoles 17 de septiembre, el déficit de generación eléctrica superó los 2,000 MW, dejando al país entero sumido en apagones prolongados. A las 7:00 p.m. del martes, la afectación alcanzó los 2,052 MW, una cifra que sobrepasa incluso las proyecciones más pesimistas del gobierno.
La raíz del problema se encuentra en la parálisis de múltiples unidades termoeléctricas, ya sea por averías o mantenimiento. En total, nueve bloques generadores están fuera de servicio. Entre ellos, la unidad 5 de la CTE Renté, la 3 y la 5 de la misma planta, la unidad 1 de Santa Cruz, la 2 de Felton y la 5 de Nuevitas, todas inoperativas por fallos técnicos. A esto se suman otras cuatro en mantenimiento: Mariel (unidad 5), Felton (unidad 1), Santa Cruz (unidad 2) y Cienfuegos (unidad 4).
Este desplome estructural ha reducido la disponibilidad del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) a solo 1,400 MW durante las primeras horas del día, frente a una demanda real de 2,750 MW. Para el horario pico, la situación se torna crítica: se esperaban apenas 1,580 MW disponibles para una demanda de 3,500 MW, generando una afectación planificada de 1,990 MW.
Más allá de las cifras técnicas, el impacto es devastador para la población. Los apagones se extienden durante todo el día y afectan a hogares, hospitales, centros escolares y comercios. La situación no es mejor en La Habana, ciudad tradicionalmente “protegida” por el régimen.
La Empresa Eléctrica de la capital reconoció cortes de más de 24 horas y una afectación máxima de 384 MW a las 9:00 p.m. del martes, afectando a todos los bloques de la ciudad.
A pesar de que las autoridades resaltan avances como la operación de 30 parques solares fotovoltaicos, su aporte ha sido marginal: generaron un máximo de 482 MW, lejos de cubrir el déficit estructural. Las llamadas "limitaciones térmicas", junto con la escasez de combustible y lubricante, han sacado de operación a 33 centrales de generación distribuida, restando otros 500 MW.
El colapso del sistema eléctrico cubano ya no puede explicarse únicamente por averías o falta de combustible. Es el resultado de años de abandono, corrupción y ausencia de inversiones sostenidas. La promesa oficial de "resistencia" se desmorona frente a una realidad marcada por la oscuridad, la desesperanza y la parálisis de un país que sigue apagado.