En medio de la política represiva del régimen por tratar de obviar el centenario de la Reina de la Salsa, la Fábrica de Arte Cubano (FAC) decidió rendirle homenaje a Celia Cruz con un gesto tan simple como poderoso: una silla vacía, una hora de silencio y la música de la artista sonando en su honor.
El hecho ocurrió el 20 de octubre, Día de la Cultura Nacional en Cuba, y se interpretó como un acto de resistencia cultural frente a la censura impuesta por el Centro Nacional de Música Popular, que había prohibido la presentación del espectáculo Celia, dirigido por Carlos Díaz y escrito por Norge Espinosa, bajo el sello de Teatro El Público.
La FAC compartió en sus redes la imagen de una butaca iluminada acompañada de la frase “Celia vive”, justo a la hora en que debía comenzar la obra.
Artistas como la reconocida musicógrafa Rosa Marquetti, autora de Celia en Cuba y Celia en el mundo, “reinó el silencio absoluto” antes de que un DJ comenzara a reproducir los himnos inmortales de la cantante: La vida es un carnaval, Bemba colorá y La negra tiene tumbao.
Marquetti describió la escena como “una obra de arte que no fue, una butaca, silencio y el arte de la resistencia”. Y remató con un claro mensaje: “¡No a la censura!”.
El homenaje alternativo encendió las redes y reavivó el eterno debate sobre los límites de la libertad artística en Cuba, especialmente cuando se trata de figuras vetadas por motivos políticos.
Celia Cruz, nacida en La Habana el 21 de octubre de 1925, fue borrada del panorama cultural cubano tras su exilio en 1960. Su voz, símbolo de alegría y resistencia, fue silenciada durante décadas por el mismo sistema que hoy intenta evitar cualquier reconocimiento oficial a su legado.
Curiosamente, el gesto de la FAC coincidió con otro evento en La Habana: la Orquesta Failde interpretó un popurrí de temas de Celia durante la feria Arte en La Rampa, organizada por instituciones estatales. La coexistencia de ambos hechos —la censura a Teatro El Público y la permisividad con el tributo oficial— dejó en evidencia las contradicciones del aparato cultural cubano.
“¿Por qué unos sí y otros no?”, preguntaron Marquetti y Espinosa. Nadie ha respondido. Pero el mensaje de la FAC fue claro: el arte verdadero no obedece órdenes. Y aunque intenten silenciarla, Celia sigue viva en la memoria, en la música y en cada gesto de libertad.
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