Cuba anuncia con bombo y platillo que llevará su música a Moscú con la cantante Zulema Iglesias Salazar, una intérprete con más de tres décadas de carrera que, paradójicamente, sigue siendo casi desconocida dentro de la Isla.
Esta situación refleja una realidad que la propaganda oficial nunca reconoce: el talento artístico en Cuba permanece invisibilizado y marginado, mientras el régimen decide a quién proyectar al exterior según sus intereses políticos y no en función del reconocimiento real dentro del país.
La selección de Zulema para el Festival Internacional de la Canción Intervisión 2025, aunque presentada como un logro cultural, se convierte en otro ejemplo de cómo el gobierno utiliza a artistas para legitimar alianzas con regímenes aliados, en este caso con Rusia.
Lejos de ser un escenario de libre intercambio cultural, la cita se convierte en vitrina propagandística donde Cuba busca mostrar una imagen de vitalidad artística, ignorando la precariedad que sufren los músicos en su propio territorio, sometidos a censura, bajos salarios y falta de espacios de difusión independientes.
A lo largo de su carrera, Zulema ha estado vinculada a empresas estatales como la Comercializadora de la Música “Miguel Matamoros” y Musicuba, estructuras controladas por el régimen que limitan la libertad creativa y monopolizan la gestión del arte.
Sus seis discos han llegado al extranjero, pero dentro de la Isla apenas tienen circulación, prueba de cómo el talento se desperdicia en un sistema donde el acceso a la música depende de intereses oficiales y no de la demanda popular.
Incluso, su nominación al Cubadisco 2024 no dejó de ser un gesto de reconocimiento condicionado, ya que estos premios responden a criterios políticos antes que artísticos.
Para Moscú, Zulema interpretará Poco a poco, un bolero propio, y Guaguancó con jazz, una fusión de géneros que ella misma describe como reflejo de las raíces cubanas.
Sin embargo, su entusiasmo al declarar a la prensa rusa que “se siente rusa” resulta una muestra del adoctrinamiento y la presión que sufren los artistas para alinearse con la narrativa oficial.
La gratitud hacia Cuba y Rusia que expresó a la agencia Tass deja ver más un guion aprendido que una espontaneidad auténtica, reforzando la imagen de hermandad entre regímenes que se retroalimentan mutuamente.
El Festival Intervisión, promovido por Moscú como alternativa a Eurovisión tras su exclusión del mismo, sirve como plataforma política más que cultural. La participación cubana, presentada como un puente artístico, en realidad consolida la estrategia diplomática del castrismo de sostener lazos con países que comparten su rechazo a los valores democráticos occidentales.
Mientras tanto, dentro de Cuba, cientos de músicos permanecen en el anonimato, sin acceso a grabar discos, sin posibilidad de giras y enfrentando un sistema de censura que reprime cualquier expresión crítica.
La participación de Zulema en Moscú no representa a la verdadera cultura cubana, sino la cara maquillada que el régimen decide exportar, ignorando a una nación donde el arte auténtico sobrevive en la resistencia cotidiana y en espacios independientes que el Estado persigue amén de que muchos se encuentran brindando su arte en otras latitudes.
Suecia traslada su “iglesia más bella” cinco kilómetros en una proeza histórica (Video)
Hace 2 horas
Migrantes cubanos enfrentan arresto y posible deportación por delitos graves en EE. UU.
Hace 3 horas