La exitosa actriz cubana recordó su infancia en la isla, mucho antes de llegar a Hollywood.
La actriz cubana Ana de Armas puede ver hoy el fuerte contraste entre su niñez en Santa Cruz del Norte, las referencias que tenía y su vida actual, después de interpretar a uno de los grandes íconos de Hollywood, Marilyn Monroe.
En una entrevista, la artista de 34 años recordó haberse acercado al cine estadounidense, pero sus aspiraciones de llegar a ser parte del mismo no eran ni siquiera una ilusión. “Crecí viendo todo, desde Titanic hasta Terminator, pero siempre supe que esa realidad estaba muy lejos de la mía”, dijo en una entrevista a AnOther.
“Los niños en EE. UU. creen que pueden ser princesas porque puedes comprar un vestido de princesa y una corona de princesa y convertirte en una. Nunca tuve eso. Ni siquiera conocía el sabor de una manzana”, comentó.
En tal sentido, dijo que sus referentes de actuación los había encontrado en Cuba. “Daisy Granados, Isabel Santos, Verónica Lynn, esos eran los actores a los que admiraba. Pensé que estaría haciendo eso, no Marilyn. Pero, por supuesto, lo hice, porque me encantan los desafíos y sabía que emocionalmente podía llegar allí”, dijo.
En cuanto a su papel en la película Blonde, que al estrenarse en el Festival de Cine de Venecia recibió una ovación de pie de 14 minutos, De Armas destacó el convencimiento del director australiano Andrew Dominik para darle el papel como la mítica Marilyn Monroe. “Me llamó después de la audición y me dijo: 'Eres tú. Tenías que ser tú.' Pero luego tuvimos que convencer a todos los demás”, expuso.
De Armas dijo que nació en La Habana, Cuba, en 1988, antes de mudarse a los tres años a Santa Cruz del Norte. “Estás en un país donde no tienes mucho contacto con el mundo, estás como en una burbuja”, dijo.
“Pero de alguna manera eso te hace concentrarte en la vida y las amistades en lugar de todo el ruido. Crecí descalza, corriendo por las rocas de la playa, nadando. Mis amigos y yo representamos obras de teatro para los vecinos. Me gustaba treparme a los postes de luz y a los árboles, y estaba obsesionado con rescatar gatos y perros de la calle; todos los días volvía con un nuevo animal y volvía loca a mi madre”, evocó.
Fue cuando tenía 10 años que su familia regresó a La Habana, donde ella entonces decidió estudiar actuación. A los 16 años había conseguido un papel principal como una adolescente que anhelaba escapar de la Cuba prerrevolucionaria en el largometraje Una rosa de Francia.
“En mi opinión no había mejor escuela que un plató de cine. Así que hice ambas cosas: a menudo me dormía en clase, pero me ponía al día con lo que me perdía”. Unos meses antes de egresar, decidió irse sola a Madrid, a través de un pasaporte español obtenido por ascendencia de sus abuelos maternos, y así evitarse el tiempo de servicio social que el Estado impone a los egresados en la isla.
“Mi corazón pertenece a Cuba, pero sabía que tenía que salir de allí para crecer”, dijo. “Siempre fui consciente del techo muy bajo que lamentablemente tienen los artistas cubanos y el pueblo en general. Sabía que tenía más que hacer, más que aprender”, admitió.
¡Inaudito! Paciente escapa de hospital psiquiátrico en Las Tunas por hambre y abandono
Hace 22 horas