El padre Alberto Reyes, habitual crítico de la dictadura cubana, reflexiona sobre un fenómeno profundo que ha marcado la historia reciente de Cuba... ¡la transposición de responsabilidades!
En su sección "He estado pensando..." el clérigo afirma
"Ningún gobierno es perfecto. Todos cometen errores, tienen fallos, necesitan renovarse… Ante esta realidad, los caminos son dos: o se reconocen los errores y se enmiendan, o se reconoce lo que debe ser cambiado y se cambia, o se niegan las propias fallas y se “transponen”.
"Transponer significa “cambiar de lugar”. ¿Cómo se usa esto en política? Cambiando de sitio lo negativo, sacándolo del propio patio y poniéndolo en patio ajeno. Es decir, culpando a otros de los propios errores."
En el caso cubano, esta práctica se ha vuelto sistemática. La estrategia más conocida ha sido culpar al “Bloqueo” estadounidense de la crisis económica y social que el país atraviesa. Sin embargo, como señala Reyes, vivimos en una isla bendita, fértil, rodeada de mar y de un pueblo capaz y trabajador. Lo que realmente hace falta no es un fin del Bloqueo, sino la liberación de las fuerzas productivas, la creación de incentivos a la producción y la descentralización de la economía estatal.
El sacerdote enfatiza que el descontento social, expresado en miles de protestas y manifestaciones, es un grito legítimo de quienes desean vivir sin miseria y sin cadenas. Sin embargo, en el discurso oficial, estas voces se despojan de su propiedad: los manifestantes son trasladados de su voz al enemigo externo, etiquetados como manipulados, comprados o confusos, mientras se construye la narrativa de que las protestas son provocadas por el imperialismo.
La injusticia se maquilla de justicia cuando quienes lideran estas manifestaciones son encarcelados, y sus penas se presentan como medidas necesarias para proteger a la sociedad.
Hoy, gracias a las redes y a los medios independientes, es posible denunciar estas manipulaciones.
"Y si algún actor internacional se solidariza con la prensa independiente cubana, o critica
abiertamente el sistema cubano, su reclamo nunca se coloca en la mesa de la autocrítica, sino que se devuelve a la mesa remitente recordándole que en su país hay problemas similares o peores, o que en su país también se violan los derechos humanos, lo cual, en el caso de ser cierto, sólo indica que somos dos los del mismo problema, no que aquí no exista.
"Así, cambiando continuamente de sitio los problemas, nada se resuelve, pero la gente se confunde, el poder se mantiene, y la Isla se sumerge en el inmovilismo, en un sitio donde el tiempo se detiene y la gente se marchita, mientras escucha como en un eco lejano y continuo la bondad de los que nos encadenan y lo equivocado de soñar con romper esas cadenas".
En palabras de Reyes, esto solo confunde a la población y perpetúa el poder, mientras la sociedad se estanca y el tiempo parece detenerse.
La reflexión final del padre Alberto es sombría pero clara: cambiando continuamente de sitio los problemas, nada se resuelve. La domesticación persiste y las voces del pueblo quedan atrapadas en un eco lejano, escuchando la bondad de quienes los mantienen encadenados y la supuesta equivocación de soñar con romper esas cadenas.
La lección es una llamada urgente a la autocrítica, al reconocimiento de errores propios y al coraje de transformar, antes de que la esperanza se marchite junto con quienes la mantienen viva.
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