El reconocido actor cubano Luis Alberto García volvió a alzar la voz, esta vez para denunciar la insólita experiencia que vivió al intentar echar gasolina en un servicentro de La Habana. Lo hizo con su característico tono mordaz y una mezcla de indignación, sarcasmo y verdad que ha calado hondo entre los usuarios de redes sociales.
Todo comenzó cuando García recibió dos mensajes de la aplicación estatal El Ticket, informándole que le correspondían 40 litros de gasolina regular. Como es habitual en el actual panorama de desabastecimiento y control digital, el actor ya había ingresado sus datos previamente en la plataforma, cumpliendo los pasos burocráticos exigidos para acceder al combustible.
Con disciplina, se dirigió al servicentro ubicado en 5ta Avenida y 112. Tras más de una hora y media de espera bajo el sol, acompañado de otros ciudadanos que también compartían sus frustraciones sobre el país, finalmente llegó su turno. Mostró los mensajes, el código QR, su carné de identidad… todo en regla.
Pero en el último momento, le negaron el combustible.
¿El motivo? Según los empleados, ahora no bastaba con haber registrado la chapa del vehículo. El sistema requería también el número de la licencia de circulación, un cambio que —según ellos— había sido anunciado en Canal Habana y en Tribuna de La Habana. La respuesta del actor fue tan tajante como irónica: “¿Ustedes me ven cara de fiel televidente de ese canal o de fiel lector de ese pasquín?”
Sin gasolina, con el tiempo perdido y una indignación creciente, García publicó un duro post en redes sociales donde ironizó:
“¡Compañero ni pin…! Me sentí tan digno, tan respetado y tan querido en este país que amo”, antes de describir cómo se marchó “como bola por tronera”.
La denuncia de Luis Alberto fue mucho más que una queja personal: fue un retrato agudo del sistema burocrático que padecen millones de cubanos. El actor apuntó directamente a la cúpula del poder: esa que no hace colas, que envía choferes a abastecerse en gasolineras “muy especiales y ocultas”, mientras el pueblo queda atrapado entre la desinformación, el sol inclemente y los controles sin sentido.
En su mensaje final, lanzó una frase lapidaria que ha resonado como eco del hartazgo colectivo:
“Les quiero, muchachones barrigones. Lejos de mí. De nosotros”.
Una vez más, la voz de Luis Alberto García no habló solo por él, sino por millones. Su experiencia, cargada de ironía y rabia, vuelve a poner en el centro del debate la distancia abismal entre el discurso oficial y la dura realidad del cubano de a pie.