Que nadie se engañe, la nueva especificación migratoria anunciada por el gobierno panameño sobre las visas de tránsito para cubanos simboliza a la perfección el drama de la migración irregular de nuestros compatriotas por el mundo.
Este jueves Panamá modificó su requisito de visado de tránsito para todos los cubanos que pasaran por sus aeropuertos con destino a otras naciones, especificando, en la práctica, que este no le sería exigido a aquel viajero que fuera de regreso a la isla.
Es decir: solo se impondrá la exigencia para aquellos que buscan escapar. No regresar. Quienes regresan a Cuba son incomparablemente menos y no representan un conflicto migratorio para la región, como ha ocurrido todo este tiempo con los cubanos que vuelan hasta cualquier nación que les facilite el viaje con destino a Estados Unidos.
Este miércoles, el secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, firmó un "Acuerdo Migratorio con el presidente de Costa Rica", en lo que calificó como "un paso importante en la implementación del plan integral del presidente Joe Biden para gestionar de manera colaborativa la migración en nuestro hemisferio, al proporcionar un marco común sobre estabilización, vías legales y protección", según el comunicado difundido por el Departamento de Estado.
Aunque las particularidades del acuerdo no han sido divulgadas, este tipo de cooperación con países de Centroamérica suelen resumirse de una forma muy simple: dinero, a cambio de más controles y regulaciones para la migración ilegal. Costa Rica, nadie lo olvide, anunció el requisito de visado de tránsito para cubanos, venezolanos y nicaragüenses tres semanas antes que Panamá.
La especificidad no deja margen a las dudas: cubanos, venezolanos y nicaragüenses. Los que huyen de dictaduras en la región.
En el caso de los cubanos, las ansias por escapar a como de lugar los ha llevado con demasiada frecuencia a olvidar un precepto básico del mundo civilizado: las leyes migratorias suelen ser bastante claras y estrictas en la mayoría de los países del mundo.
No alcanza con salir de Cuba hacia otra nación cualquiera si el objetivo final y real es terminar alcanzando los Estados Unidos. Antes de lanzarse a una aventura migratoria que puede resultar compleja, peligrosa o directamente mortal, conviene estudiar las particularidades de allí a donde se pretende emigrar como paso intermedio para llegar a América.
Aunque el mapamundi pueda sugerir lo contrario, no desde cualquier país se puede llegar a Estados Unidos con facilidad.
A esa terrible conclusión han llegado cientos de cubanos por estos días, desperdigados por una Europa en pie de guerra. Quienes escaparon de Rusia y hoy se hallan extraviados en bosques bielorrusos, polacos o lituanos, con una nieve depredadora a su alrededor y a merced de fieras y armas en conflicto, han aprendido de la peor manera esa triste realidad.
O antes que ellos, lo aprendieron los cubanos que llegaron a Grecia con la intención de proseguir rumbo a España o Italia, y todavía hoy intentan encontrar trabajo en el país heleno que no tienen demasiadas facilidades para inmigrantes irregulares.
La “exportación de cubanos” se ha convertido en una práctica disimulada del gobierno de La Habana. Concretamente se encargan de exportar a sus ciudadanos a cualquier parte del mundo, y que el problema de esos ciudadanos sea ya de la nación donde estos terminen recalando. Al régimen de Díaz-Canel y el semi momificado Raúl Castro les alcanza con interesarse por los dólares o euros de esos cubanos emigrados.
Desgraciadamente las políticas de visado restrictivo por parte de Panamá y Costa Rica pueden seguir ampliándose a países de la región como respuesta a la descarada apertura de Nicaragua como favor a la tiranía cubana: en Managua reciben cubanos con los brazos abiertos, sus aerolíneas y aeropuertos y hostales ganan dinero con ellos, y luego que otros países se encarguen de lidiar con el flujo migratorio irregular.
La exención de visado de tránsito por Panamá si estás regresando a Cuba, pero la exigencia de ese mismo visado si estás saliendo de Cuba, es el síntoma de hartazgo de otras naciones con una situación migratoria que Cuba ha creado y que le correspondería a Cuba resolver. Obviamente: si le interesara obrar como una nación normal.
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