Cada 28 de diciembre, cuando la población cubana comienza a despedir el año, muchos no solo celebran la llegada del nuevo ciclo, sino que, como una suerte de tradición, se enfrentan a una dura realidad: la miseria, la escasez y la alta inflación que han marcado el día a día del pueblo cubano durante décadas. Este 2024, sin embargo, la celebración de fin de año llegó con una novedad anunciada por el régimen en un reportaje de Canal Caribe: una "venta liberada" de productos alimenticios, entre los cuales destacan plátanos, yuca y picadillo de carne (sin especificar los ingredientes, como es habitual). Un gesto que, bajo la lupa crítica, refleja la triste paradoja de un pueblo que sobrevive al hambre mientras ve cómo las élites del sistema empresarial cubano se enriquecen con la crisis.
Un festejo entre la miseria y la distracción
En palabras del funcionario Pedro Pablo Valdés Barrabí, director de economía de la delegación de la agricultura de La Habana, las ferias ambulantes en varios municipios de la capital se presentaron como una “alternativa” para el fin de año.
Estos mercados, organizados por el régimen, parecen ser un intento de distraer a la población de las duras condiciones de vida que atraviesa, utilizando como fondo la conmemoración de los 66 años de una economía fallida. La falta de alimentos básicos y la creciente dolarización de la economía no son casualidades, sino el resultado de un sistema que prioriza el enriquecimiento de la cúpula empresarial de GAESA, el conglomerado que controla los negocios de la familia Castro y otros altos funcionarios, mientras que el pueblo sigue atrapado en la miseria.
Estas ferias ambulantes, organizadas bajo la supervisión del régimen de Miguel Díaz-Canel, son, más que una respuesta a la escasez, una estrategia de distracción. Al fin y al cabo, ¿qué celebramos cuando se oferta un picadillo de carne sin especificar sus componentes, o plátanos y yuca a precios inalcanzables para la mayoría de los cubanos? La respuesta parece clara: celebramos 66 años de hambruna, corrupción y una economía profundamente ineficiente, mientras los ciudadanos se ven obligados a pagar precios altos por lo que debería ser una necesidad básica.
El cambio de las ferias de antaño
A lo largo de los años, las ferias agrícolas de fin de año fueron una estrategia que el régimen de los hermanos Castro utilizó con la esperanza de mitigar la miseria del pueblo. En tiempos pasados, estas ferias incluían productos como carne de cerdo, arroz, vegetales y otros alimentos que al menos ofrecían una solución parcial al hambre, aunque nunca suficiente. El objetivo era aliviar el hambre que azotaba al pueblo, sobre todo en épocas de crisis como las que se vivieron durante el período especial de los años 90, cuando la caída del bloque soviético dejó a Cuba a la deriva.
Sin embargo, en los últimos años, estas ferias han perdido todo su significado. Ya no se venden productos frescos ni carnes de calidad. Los productos que se ofrecen —como plátanos y yuca— son básicos, escasos y, muchas veces, fuera del alcance de los cubanos promedio, sobre todo en un contexto donde el salario promedio apenas cubre las necesidades mínimas.
Lo que antes era un intento por paliar la escasez, hoy se convierte en un festejo vacío. La “venta liberada” no es más que una ilusión de progreso para ocultar una realidad mucho más cruda: la creciente inequidad social, la desigualdad que ha marcado la brecha entre el pueblo y las élites políticas y empresariales, y la absoluta desconexión del régimen con las necesidades reales de la población.
Un futuro incierto para el pueblo cubano
Como cubano, el recuerdo de aquellas primeras ferias de los años 90 trae consigo una mezcla de nostalgia y frustración. Aquellas ferias, con todo su déficit y limitaciones, fueron momentos donde al menos se veía un intento por hacer frente a la tragedia del hambre. Hoy, sin embargo, las ferias ambulantes se sienten como un espejismo, un evento superficial que más que una solución es una burla a los millones de cubanos que luchan cada día por poner comida en la mesa.
Este 28 de diciembre, mientras algunos compran lo que pueden en estas ferias, otros ya se preparan para otro año de penurias y desigualdad. Lo que el régimen quiere mostrar como un avance, solo subraya la magnitud de la ineficiencia económica y el sufrimiento de la población cubana. Mientras tanto, los más poderosos siguen enriqueciéndose a través de sus monopolios y negocios, como los que controla GAESA, mientras el pueblo sigue soportando las cargas de un sistema que no puede ni quiere ofrecerles una verdadera solución.
En resumen, estas ferias ambulantes no son más que un simulacro de progreso. Una estrategia para distraer a una población que sabe que detrás de cada oferta hay más hambre, más miseria y más desilusión. Sin un cambio real en la estructura económica y política del país, las ferias seguirán siendo una forma de “celebrar” la permanencia de un régimen que ya ha demostrado ser incapaz de garantizar el bienestar de su gente.
Caída en los viajes de cubanos al país refleja la crisis económica y social en la isla
Hace 20 horas
Tren de Aragua amenaza a comerciante cubano en Hialeah tras incidente con Norkys Batista
Hace 2 días