El legado literario de Mario Vargas Llosa no solo se mide en novelas memorables, sino también en su firme postura contra los regímenes autoritarios. El Nobel de Literatura de 2010, fallecido el domingo 13 de abril a los 89 años, fue una voz crítica del poder absoluto, y por eso, sus libros fueron vetados en países como Cuba.
Vargas Llosa, autor de títulos como La ciudad y los perros y Travesuras de la niña mala, vivió en carne propia la censura. En una conversación recogida en el libro Conversación en Princeton con el académico Rubén Gallo, reveló que sus obras fueron prohibidas en la isla luego de expresar públicamente su rechazo al gobierno de Fidel Castro.
“Mis libros fueron prohibidos en Cuba después de que empecé a criticar al régimen”, dijo el escritor peruano. Para él, esto no era una sorpresa: “Eso ocurre en las dictaduras, cuyo objetivo es controlar la literatura, el arte y la creatividad”.
Vargas Llosa defendía la idea de que la literatura tiene un papel subversivo en contextos represivos. “En las democracias nadie cree que una novela o un poema sean peligrosos. Pero en las dictaduras, sí. Y tienen razón, porque la literatura lo es”, expresó.
Según el autor, una obra literaria puede transformar la percepción del lector, volviéndolo más consciente y crítico del entorno que lo rodea. “Cuando uno lee Moby Dick o Los Miserables, al regresar al mundo real, algo ha cambiado en nuestro interior. Esa es la fuerza de la ficción”, afirmó.
En los regímenes donde la prensa está controlada por el Estado, la literatura se convierte en un refugio para la verdad oculta. Vargas Llosa señalaba que en las dictaduras, los ciudadanos buscaban en los libros lo que la prensa oficial no podía mostrar: una visión distinta, libre, más humana.
También destacó el papel esencial del periodismo como indicador de la libertad en una sociedad. “El periodismo es un barómetro fundamental del grado de libertad que existe en una sociedad. Sin crítica y sin libertad de expresión, no puede hablarse de una verdadera democracia”, sostuvo.
A pesar de los intentos por silenciarlo, el escritor veía un desafío estimulante en la censura: utilizar las múltiples posibilidades del lenguaje para esquivarla. “Para los escritores, la censura puede ser un estímulo creativo. Hay mil y una formas de decir sin decir, de sugerir sin nombrar, de denunciar sin ser explícito”, reflexionó.
Mario Vargas Llosa no solo dejó una obra extensa y celebrada, sino también un ejemplo de cómo la literatura puede ser un acto de resistencia. Su voz permanece como recordatorio de que las palabras, incluso en silencio, tienen poder.
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