Lo que parecía un día común en el Chase Stadium de Miami terminó convirtiéndose en una anécdota inolvidable para la comunidad cubana en el exilio. Una mujer residente en el sur de la Florida se topó de manera inesperada con Lionel Messi, y lo que comenzó como un saludo espontáneo terminó en un abrazo que ya da la vuelta en redes.

Con el celular en mano, la cubana le pidió al astro argentino un saludo para su esposo: “Hola, amor, ¡mira!”, dijo emocionada mientras señalaba al futbolista. Messi, entre risas, pensó que la dedicatoria era para su hijo, pero no dudó en posar con su característico pulgar arriba.

La escena, breve pero cargada de simbolismo, despertó una mezcla de ternura y envidia en miles de usuarios. “Una de las elegidas de Dios”, comentaba un internauta. Otros resaltaban la humildad del jugador: “Qué humilde Messi que se detuvo y atendió a la señora”. Y no faltaron los guiños de humor: “Nunca pensé que iba a sentir envidia de alguien que no conozco” o “Yo me desmayo”.

Más allá de la anécdota viral, el episodio refleja una constante en la experiencia migratoria: la búsqueda de pequeños momentos que generan identidad y sentido de pertenencia. Para muchos cubanos en el exilio, un abrazo con Messi no es solo una foto con una estrella mundial, sino la posibilidad de contar una historia única, de sentirse parte de un relato global en el que Cuba también está presente.

En medio de la rutina del sur de la Florida, este gesto sencillo se convierte en un recordatorio de que la vida lejos de la isla también puede regalar instantes de orgullo, nostalgia y conexión. Y aunque el béisbol siga siendo el deporte rey en Cuba, el fútbol —con Messi como figura universal— logra unir fronteras y emociones.

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