En Cuba, cada gesto —o cada ausencia— se convierte en noticia. Este viernes, el régimen presentó en el Memorial "José Martí" en La Habana, una colección de nueve tomos con las Obras escogidas de Raúl Castro Ruz.
La publicación fue descrita como una “joya política” con documentos inéditos del general de Ejército. Sin embargo, lo que más dio de qué hablar no fueron los libros, sino la silla vacía: el propio Raúl Castro, de 94 años, no estuvo presente.
El acto contó con Miguel Díaz-Canel y otros dirigentes del Partido Comunista, quienes exaltaron el lanzamiento como una reafirmación de la continuidad revolucionaria. Pero la ausencia del protagonista fue interpretada por muchos cubanos como una señal inquietante sobre su estado de salud.
En un país donde la información oficial sobre la vida de sus líderes históricos es casi inexistente, el silencio suele alimentar más rumores que certezas.
No es la primera vez que el régimen enfrenta este dilema. Apenas unos días antes, las redes sociales oficiales habían lanzado la campaña “Raúl es Raúl”, con consignas e imágenes que lo mostraban “firme y presente”, en respuesta a los crecientes comentarios sobre su supuesta muerte. Ministerios, medios estatales y cuentas vinculadas al aparato de propaganda se sumaron al esfuerzo digital para despejar dudas.
La presentación de los tomos forma parte de esa misma estrategia simbólica: reforzar la figura del último representante vivo de la generación fundadora de la Revolución. En la narrativa oficial, Raúl Castro sigue siendo un líder en combate, aunque no aparezca públicamente. El mensaje es claro: mientras su nombre se mantenga en circulación, la continuidad está asegurada.
Sin embargo, la distancia entre la propaganda y la realidad cotidiana se hace cada vez más evidente. La población, golpeada por la inflación, los apagones y la escasez, recibe estas campañas con escepticismo.
Para muchos, la ausencia de Raúl no solo refleja un problema de salud inevitable a su edad, sino también el agotamiento de un sistema que insiste en sostenerse sobre símbolos cada vez más desgastados.
El hermetismo del régimen respecto a la salud de sus líderes históricos contrasta con la magnitud de su valor simbólico. Si algo ocurriera con Raúl Castro, sería un punto de inflexión político y emocional para el país, dado que representa el último eslabón visible con el pasado revolucionario. Su figura, incluso en silencio y en ausencia, sigue siendo utilizada para legitimar a quienes gobiernan hoy.
En definitiva, la noticia del día en Cuba no fue la publicación de nueve tomos, sino la pregunta que todos se hacen: ¿dónde está Raúl?
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