El miembro del Secretariado del Comité Central del PCC, Jorge Luis Broche Lorenzo, defendió públicamente el llamado “programa para corregir distorsiones e impulsar la economía”, asegurando que este “es el camino a seguir” para enfrentar la profunda crisis que atraviesa el país. Sus declaraciones llegan en un contexto de creciente desconfianza ciudadana hacia los planes oficiales, marcados por años de promesas incumplidas y reformas fallidas.
Broche Lorenzo, una figura de alto nivel dentro de la estructura del poder político, se suma así a la línea oficial que presenta el programa como la solución definitiva para la inflación descontrolada, el colapso productivo y el deterioro general de la vida cotidiana.
Sin embargo, el periodista Alberto Arego llamó la atención sobre un punto clave: si este plan fracasa —como ocurrió con la Tarea Ordenamiento—, ¿será Broche Lorenzo el único señalado, como terminó siendo el exministro de Economía Alejandro Gil Fernández?
La pregunta no es menor. La Tarea Ordenamiento dejó una estela de inflación récord, una devaluación histórica, precariedad salarial y un descontento social sin precedentes. A pesar de que fue un proyecto promovido desde la más alta cúpula, el Gobierno terminó responsabilizando casi exclusivamente a Gil Fernández, quien fue destituido y convertido en símbolo del fracaso, mientras el resto de la dirigencia quedó intacta.
Hoy, Broche Lorenzo se presenta como defensor del nuevo paquete económico, en un momento en el que la población teme que se repita el mismo patrón: discursos triunfalistas desde arriba y consecuencias devastadoras para los de abajo.
Su respaldo público al proyecto lo coloca en una posición similar a la que ocupó Alejandro Gil en los inicios del Ordenamiento: la cara visible de un plan que nace cuestionado, sin consenso popular y sin señales claras de viabilidad.
Una vez más, el Gobierno podría intentar proteger a la cúpula política responsabilizando a un solo dirigente por una crisis generada por un sistema que se niega a reconocer sus propias fallas estructurales. Mientras tanto, los cubanos continúan lidiando con apagones, escasez y una economía al borde del derrumbe.
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