El vecindario de José Carlos, en Guantánamo, despidió entre llantos, indignación y silencio profundo al joven que perdió la vida tras recibir una puñalada mortal propinada por su propio primo. Un hecho que, según relataron familiares y testigos, comenzó como una simple discusión y terminó en una tragedia que marcará para siempre a dos familias.
La activista Irma Broek compartió las imágenes y los testimonios del sepelio desde su perfil de Facebook, subrayando el dolor colectivo que ha dejado este crimen evitable.
De acuerdo con el testimonio divulgado por Broek, la disputa entre ambos jóvenes inició como un altercado familiar que pudo haberse detenido a tiempo. Algunos vecinos aseguraron que incluso la madre del fallecido habría dicho que “se fajaran”, sin imaginar que aquella frase, tan cotidiana para muchos, sería la chispa de una pérdida irreparable.
Minutos después del enfrentamiento, José Carlos recibió una puñalada que le costó la vida casi al instante. El agresor, su propio primo, quedó detenido mientras la comunidad intentaba asimilar lo ocurrido. La violencia entre jóvenes —tristemente frecuente en distintos puntos del país— volvió a demostrar su carácter impredecible y devastador.
Durante el sepelio, familiares, amigos y vecinos acompañaron a la familia en un ambiente cargado de dolor y desconcierto. El féretro recorrió varias calles del barrio mientras decenas de personas, algunas en silencio, otras llorando abiertamente, se acercaban para despedir al muchacho.
Muchos de ellos coincidieron en que José Carlos era un joven tranquilo, querido en la zona, y que jamás imaginaron que una rencilla familiar pudiera costarle la vida.
La publicación de Irma Broek resalta la reflexión que hoy atraviesa a toda la comunidad: las peleas sabemos cómo empiezan, pero nunca cómo terminan. Y en este caso, el final dejó dos familias destruidas, un joven muerto y otro enfrentado a un futuro incierto dentro del sistema penitenciario.
El sepelio de José Carlos se convirtió no solo en un adiós, sino también en un llamado urgente a la responsabilidad, al diálogo y a la necesidad de frenar la violencia cotidiana que tantas vidas jóvenes continúa arrebatando en Cuba.
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