En Cuba, muchas veces la realidad se disfraza para que parezca menos grave de lo que es. El hambre, los apagones y la escasez de productos no se llaman por su nombre. Se usan palabras suaves, como “déficit temporal” o “dificultad coyuntural”, que parecen técnicas pero en realidad esconden problemas serios. Esto no es casualidad: es una estrategia del régimen para controlar cómo la gente ve las cosas.
Los medios oficiales y algunos periodistas ayudan a este juego. En lugar de mostrar los apagones como lo que son —interrupciones de electricidad que afectan a millones de personas— se habla de “afectaciones al servicio eléctrico” o “unidades fuera por mantenimiento”.
Es un lenguaje que distrae y suaviza la realidad. Lo mismo pasa con las figuras del gobierno: cuando muere un alto funcionario, los medios lo presentan como un héroe intachable, resaltando su “sacrificio por la Patria”, aunque su gestión tuviera fallas. Así se construye un relato donde el poder parece intocable y la crítica queda fuera de lugar.
El régimen también recurre a símbolos que ya están gastados: el “pueblo heroico”, el “enemigo imperial” o la “batalla de ideas”. Se usan desde hace décadas, pero ahora en lugar de inspirar, generan cansancio y desconexión. Y cuando alguien se atreve a cuestionar, rápidamente se le descalifica como “odiador” o “contrarrevolucionario”, desviando la atención de los problemas reales.
Este tipo de manipulación no es solo lenguaje bonito: es un método pensado para controlar la percepción de la gente. Cada palabra, cada símbolo y cada frase está diseñada para que aceptemos la crisis como algo normal o inevitable.
Pero hay un punto importante: los ciudadanos no son pasivos. Cada vez más personas ven detrás de los eufemismos y reconocen la verdadera situación. Resistir al discurso oficial es posible, cuestionarlo y hablar claro es la manera de no dejar que nos vendan la crisis como si fuera algo normal.
La fuerza de la gente está en no aceptar los eufemismos como verdad. Llamar las cosas por su nombre, reconocer los problemas y hablar de ellos con claridad es un acto de resistencia ante años de manipulación. Mientras más ciudadanos lo hagan, más débil será el intento del régimen de controlar la información y moldear nuestra manera de pensar.
Anay González Figueredo
Cuba x Cuba Laboratorio de Pensamiento Cívico
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