Si algo ha demostrado Ulises Toirac –nuestro eterno Chivichana, temba de raza y guerrero con humor– es que a pesar de los virus, las hernias y los apagones emocionales que trae la vida en Cuba, él sigue plantado con una sonrisa y una frase que desarma a cualquiera. Esta vez amaneció aclarando algo que muchos confundieron: no era el Día de la Medicina Latinoamericana, sino el Día de la Locución en Cuba refiriéndose al primero de diciembre.
Y entre aclaraciones y chistes, aprovechó para felicitar a los médicos, especialmente a los que intentan “repararlo”, porque según él, más que médicos… “deben ser magos”. Y razón no le falta.
Y ahí mismo, como era de esperar, cayó la catarata de cariño.
Desde el que le aconseja paciencia con “la L4 y la L5… y pa’ la pin”, hasta la amiga que le recuerda que a los 84 esa vértebra grita más que un delegado en asamblea. Todos, con humor, preocupación sincera y un poco de terapia colectiva, se unieron para desearle que el pinchazo le salga bien, que el virus no lo tumbe y que su ferocidad siga intacta.
Algunos comentarios fueron poesía de la calle cubana:
– “Somos más fuertes que el chikungunya.”
– “No comas carne de puerco que se acelera el Chiku.”
– “Tú eres más malo que el chikungunya.”
– “Gracias por hacernos reír, incluso enfermo.”
Y entre chistes, bendiciones y rezos, apareció también el dolor del día a día: basura en cada esquina, virus desatados, Ciego de Ávila complicado, gente escogiendo entre jabón o arroz, variantes nuevas de Ómicron rondando, y la eterna ironía de vivir entre lo absurdo y lo mágico. Como dijo una seguidora, “esto está de queridos amiguitos…”
Pero todos coincidieron en algo: verlo mejor les devuelve esperanza. Verlo bromear les da fuerzas. Porque Ulises no solo es un humorista; es un termómetro del cubano común, ese que aunque le duela la columna, el alma y el país, siempre tiene un chiste listo para que el día duela menos.
Toirac, recuperado o medio roto, sigue siendo símbolo de resistencia con gracia. Y entre tantos buenos deseos, queda claro que Cuba puede estar llena de virus, basura y frustraciones… pero también está llena de gente que todavía se ríe, se preocupa y acompaña. Y entre ellos, Ulises es de los imprescindibles.
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