El verano, que debería ser sinónimo de descanso, juegos y alegrías, se ha transformado en un tiempo de angustia y frustración para muchas familias cubanas. Según un reportaje publicado por Yaima Pardo en Martí Noticias, la temporada estival de este año no ha traído alivio ni disfrute, sino más preocupaciones.
Las madres entrevistadas coinciden en que sus hijos no han tenido opciones de recreación, pues los altos costos en divisas y la crisis económica han reducido las posibilidades al mínimo.
Mientras unos pocos con acceso a moneda fuerte pueden permitirse pagar excursiones, actividades recreativas o visitas a sitios privados, la gran mayoría de los niños cubanos han quedado relegados al aburrimiento dentro de sus hogares, soportando apagones, calor sofocante y una rutina marcada por la escasez.
Una madre confesó: “No puedo sacar a mis niños a ningún lado”, frase que refleja con crudeza la realidad de millones en la isla.
La falta de electricidad constante impide incluso el disfrute de las opciones más sencillas, como ver televisión o usar ventiladores para aliviar el calor. A esto se suma la inflación, que ha encarecido cualquier producto vinculado al entretenimiento infantil, desde simples helados hasta entradas a piscinas o parques. La consecuencia es que, para la mayoría, el verano se convierte en un período de encierro y privaciones.
“Las vacaciones que deberían ser tiempo de alegría para los más pequeños, terminan siendo una carga pesada para las familias cubanas, que no encuentran alternativas accesibles para ofrecerles momentos de diversión”, destaca el reportaje. La situación revela, además, una creciente brecha social entre quienes tienen acceso a divisas y los que dependen exclusivamente del salario estatal.
El testimonio recogido por Yaima Pardo para Radio Martí es solo una muestra de un fenómeno mucho más amplio: la infancia en Cuba sufre el impacto directo de la crisis, quedando privada de algo tan elemental como disfrutar de unas vacaciones dignas. La falta de actividades recreativas no solo afecta el bienestar emocional de los niños, sino también la convivencia familiar, ya que los padres se ven impotentes ante la imposibilidad de ofrecer alternativas.
En un verano marcado por apagones interminables, alimentos escasos y precios impagables, la infancia cubana ha perdido el derecho al juego y al descanso. Una realidad que exige ser contada y visibilizada.
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