La masonería en Cuba atraviesa uno de sus momentos más polémicos y tensos de los últimos años. La Gran Logia de Cuba (GLC), institución con más de dos siglos de historia en la Isla, terminó cediendo a las presiones del régimen comunista y aceptó de nuevo como líder a Mayker Filema Duarte, quien había sido destituido meses atrás por irregularidades y divisiones internas.
Según reportes independientes, la decisión fue presentada en la última sesión semestral por Juan Alberto Kessel Linares, Gran Maestro por Sustitución Reglamentaria.
La propuesta, que buscaba “desestimar” la destitución de Duarte, generó gran malestar entre los asistentes. Varios masones abandonaron la reunión indignados, acusando a Kessel de haber pactado con la Seguridad del Estado, institución que desde hace meses presionaba para reinstalar a Duarte al frente de la organización.
“Esto es una traición”, se escuchó entre los presentes, mientras otros afirmaban que la autonomía de la masonería en Cuba había quedado completamente comprometida. El propio Kessel había sido interrogado previamente por la Seguridad del Estado, lo que refuerza la sospecha de que su propuesta no fue para nada independiente.
El ambiente distó mucho de las sesiones tradicionales: menor asistencia, controles de acceso al edificio y un aire de tensión que recordaba los sucesos de julio pasado, cuando estallaron protestas internas.
Para muchos, la decisión confirma que el Ministerio de Justicia y los órganos represivos del gobierno no están dispuestos a permitir que la masonería funcione como un espacio autónomo y crítico dentro del país.
Sergio Vidal, uno de los masones consultados, advirtió que este paso “valida la narrativa del régimen”, que acusa a la GLC de tener “terceras intenciones” cuando intenta ejercer independencia. La medida no solo divide aún más a los miembros de la fraternidad, sino que deja claro que la injerencia estatal ha alcanzado un nivel nunca antes visto.
La crisis comenzó en marzo, cuando Duarte abandonó una sesión clave en la que debía convocar elecciones generales. En mayo fue destituido en una reunión extraordinaria, pero el gobierno nunca reconoció esa decisión. Desde entonces, Duarte suspendió logias y expulsó a críticos de su liderazgo, entre ellos figuras como José Ramón Viñas Alonso y el escritor Ángel Santiesteban Prats.
Hoy, la masonería cubana está marcada por la fractura: unos aceptan resignados el regreso de Duarte, otros se sienten decepcionados y se alejan, mientras un grupo sigue en pie de lucha para defender la independencia de la fraternidad frente al control del Estado.
Lo que está en juego ya no es solo un liderazgo, sino el futuro de una de las instituciones civiles más antiguas y simbólicas de Cuba.
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