La población de China continúa disminuyendo por tercer año consecutivo, aunque un ligero aumento en los nacimientos en 2024 ha dado un respiro momentáneo. Según datos revelados por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), el país cerró el año con 1.408,28 millones de habitantes, una reducción de 1,39 millones respecto al año anterior. Este declive demográfico representa un desafío creciente para la segunda mayor economía del mundo.
En 2024 nacieron 9,54 millones de bebés, 520.000 más que en 2023, marcando el primer aumento en siete años. Sin embargo, las cifras siguen siendo alarmantemente bajas: la tasa de nacimientos por cada mil habitantes subió levemente de 6,39 a 6,77, un número similar al mínimo histórico de 2022. Por su parte, las muertes se redujeron a 10,93 millones, dejando la tasa de crecimiento natural de la población en un preocupante -0,99 por cada mil personas.
A pesar del repunte en nacimientos, los expertos advierten que este cambio no será sostenible. El demógrafo Yi Fuxiang señala que el incremento se debe a un aumento en los matrimonios en 2023 tras las restricciones por la pandemia, pero advierte que los nacimientos volverán a caer en 2025 debido a una reciente disminución en los casamientos.
La crisis demográfica tiene profundas implicaciones para China. Con más de 310 millones de personas mayores de 60 años y una proyección de superar los 400 millones en la próxima década, el envejecimiento poblacional amenaza la sostenibilidad del sistema de pensiones, que podría volverse inviable para 2035. Además, las crecientes tensiones económicas, como los elevados costos de crianza y vivienda, desincentivan la formación de familias numerosas.
Aunque el gobierno chino ha relajado políticas históricas como la del hijo único y permite ahora hasta tres hijos por pareja, estas medidas no han logrado revertir la tendencia. Incentivos fiscales, descuentos en viviendas y beneficios en efectivo han tenido poco efecto en motivar a las parejas jóvenes.
El panorama también está influido por barreras culturales. Aunque el gobierno promueve una "nueva cultura de matrimonio y maternidad", las mujeres jóvenes priorizan cada vez más su independencia y exigen igualdad de género, alejándose de los modelos familiares tradicionales inspirados en el confucianismo. Además, la falta de acceso a tecnologías de reproducción asistida para mujeres solteras y la limitada aceptación social de madres solteras agravan el problema.
El declive actual también está profundamente enraizado en las secuelas de la política del hijo único, que estuvo vigente durante más de tres décadas. Sus métodos coercitivos, como esterilizaciones forzadas y sanciones económicas, dejaron cicatrices sociales y alteraron el concepto de fertilidad en China. “Es como una roca gigante que rueda montaña abajo. Será muy difícil detenerla y revertirla”, advierte Yi.
A medida que China enfrenta esta crisis demográfica, las perspectivas a largo plazo lucen sombrías. Con una tasa de fecundidad estimada en 1,2 hijos por mujer, muy por debajo del 2,1 necesario para mantener la estabilidad poblacional, los retos para el gigante asiático continúan creciendo.