Desde que la terminal de ómnibus de Matanzas cerró sus puertas por peligro de derrumbe, el bullicio habitual de la zona desapareció y con él, la vida económica que sostenía a decenas de trabajadores por cuenta propia. En medio de vitrales rotos, estructura corroída y promesas inciertas de restauración... ¡cafeterías, kioscos y pequeños negocios luchan por no desaparecer!
Maricela, una joven de 24 años, ha visto su jornada laboral recortada drásticamente. "Antes la gente se quedaba hasta la noche. Ahora después de las 2:00 de la tarde esto se muere", comenta señalando la esquina vacía donde solía operar la lista de espera de pasajeros.
Su sueldo ha bajado de 1.000 a 700 pesos por día y su puesto, una vez estable, ahora depende de la ausencia de otra empleada para poder trabajar.
La historia se repite con Vladimir, quien teme perder su empleo en un kiosco cercano a la piquera de taxis. "Suspendimos la venta de pizzas por los apagones y el refresco se calienta enseguida", explica, mientras relata cómo en solo un mes ya han cerrado dos negocios en la misma cuadra. Si las ventas no mejoran, su propio punto de venta podría cerrar temporalmente.
El golpe ha sido duro y se ha sentido en cadena: desde la escasez de clientes hasta los problemas logísticos como la falta de agua o electricidad. Eliécer, otro emprendedor, se ve obligado a cargar cubetas de agua desde su casa para mantener su pequeño kiosco. "Pensé abrir 24 horas. Invertí en el techo, quería una planta eléctrica. Pero ya no más. Ahora cierro a las cinco y punto", lamenta.
La decisión de trasladar los servicios a la estación de ferrocarril ha traído incomodidades a los viajeros, pero el impacto más devastador ha sido económico. Muchos pequeños comerciantes sobrevivían gracias a quienes tomaban ómnibus interprovinciales, los que desayunaban, merendaban o compraban provisiones antes de abordar.
"Cada día que pase cerrada es un negocio con un pie en la tumba", resume Eliécer, convencido de que cuando la terminal reabra, ya será tarde para muchos. El cierre no solo interrumpió un servicio de transporte: arrastró consigo los esfuerzos de quienes, a fuerza de voluntad, mantenían vivo un entorno que ahora parece condenado al abandono.
"Y faltaría preguntarse... ¿alguna vez reabrirá la terminal?" concluye otro internauta.
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