Convertirse en santo, uno de los rituales más importantes dentro de la religión yoruba, se ha convertido en un lujo que muchos cubanos no pueden permitirse. Según un reciente video del creador de contenidos Jonix Dose, los costos de esta ceremonia sagrada pueden superar fácilmente el millón de pesos cubanos; es decir, entre 2,000 y 3,000 dólares, dependiendo de la casa de santo y del orisha al que se consagre el iniciado.
El proceso de iniciación, conocido como “hacerse santo” o “nacer de nuevo”, implica una compleja serie de rituales, ofrendas y servicios espirituales que se extienden durante varios días. Cada persona involucrada tiene un papel fundamental y, por ende, un pago establecido.
La cocinera del santo cobra alrededor de 10 mil pesos cubanos (21 USD), mientras que la Oyugbona, encargada de lavar la cabeza del iniciado, puede recibir 20 mil pesos (42 USD). La madrina y el obbá del santo, figuras principales del rito, cobran aproximadamente 25 mil pesos cada uno (53 USD), y los santeros colaboradores suelen obtener 3 mil pesos (6 USD).
A estos costos se suma el valor de los materiales, alimentos y animales de sacrificio, además del alquiler de la casa donde el iyawó debe permanecer siete días en aislamiento ritual. El precio total también varía según el orisha: Obbatalá y Changó rondan los 104 mil pesos, Yemayá unos 101 mil, Oyá y Oshún cerca de 107 mil, mientras que Elegguá puede superar los 113 mil pesos cubanos.
En un país donde el salario medio mensual apenas supera los 5 mil pesos, esta cifra resulta astronómica. Jonix Dose advierte que la espiritualidad se enfrenta hoy a un dilema económico: “Cada consagración es única, pero el dinero marca la diferencia entre poder hacerlo o no”.
No obstante, algunos practicantes defienden una visión más ética. La santera Maite Oshun, por ejemplo, asegura que no cobra a quienes buscan el santo por razones de salud, considerando que el alivio espiritual no debe tener precio.
“No podría ponerle tarifa a la esperanza”, afirmó.
La religión yoruba sigue siendo una parte esencial de la identidad cubana, pero su práctica está cada vez más marcada por la crisis económica. En una nación donde una familia necesita más de 130 mil pesos mensuales para sobrevivir, “hacerse santo” se ha transformado de un acto de fe accesible en un símbolo del desequilibrio entre espiritualidad y supervivencia en la Cuba actual.
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