Un hecho violento estremeció al municipio de Jatibonico, Sancti Spíritus, cuando un hombre de 35 años identificado como Yunior perdió la vida tras recibir 27 puñaladas y un golpe mortal en la cabeza, en medio de una discusión por una simple caja de cigarros. La noticia fue difundida por el perfil de Facebook Nio Reportando un Crimen, que compartió detalles e imágenes del brutal asesinato.
De acuerdo con testigos, Yunior quien se encontraba bajo los efectos del alcohol acudió a la vivienda de un vendedor informal de cigarros para reclamar un producto defectuoso.
Lo que comenzó como un reclamo subió rápidamente de tono, con insultos y ofensas mutuas.
En un giro fatal, el vendedor ingresó a su casa, tomó un cuchillo y atacó de manera despiadada a la víctima, ocasionándole decenas de heridas punzantes.
Posteriormente le propinó un fuerte golpe en la cabeza, lo que resultó definitivo.
El cuerpo de Yunior quedó tendido en la vía pública, marcando una noche sangrienta que conmocionó a todo Jatibonico.
Vecinos del lugar han declarado que, aunque la víctima tenía fama de ser una persona problemática, ningún conflicto justifica semejante brutalidad.
Este crimen refleja una realidad que cada día preocupa más a los cubanos: el aumento de la violencia y la criminalidad en el país. Peleas callejeras, riñas por motivos banales y el uso de armas blancas en discusiones que escalan con rapidez se han vuelto frecuentes en diferentes provincias.
La combinación de crisis económica, escasez, alcoholismo y deterioro social parece estar alimentando un clima de inseguridad y agresividad en la población.
Expertos en temas sociales han alertado que la falta de políticas efectivas para prevenir la violencia, unida al desgaste social que impone la miseria y la frustración diaria, convierte discusiones triviales en tragedias.
En este caso, una caja de cigarros defectuosa terminó desencadenando la muerte violenta de un hombre y dejando una comunidad marcada por el horror.
El caso de Yunior se suma a otros episodios recientes que exponen cómo la violencia extrema se abre paso en una Cuba cada vez más empobrecida y sin mecanismos de contención efectivos.
Mientras tanto, las autoridades guardan silencio o minimizan estos hechos, aunque la población percibe con claridad el incremento de la criminalidad.
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