Estados Unidos deportó recientemente a México a Adermis Wilson González, un cubano de 56 años que en 2003 secuestró un avión de Cubana de Aviación con 46 pasajeros a bordo en un fallido intento de llegar a Miami.
Wilson cumplió íntegramente una condena de 20 años de prisión en cárceles federales de Estados Unidos por piratería aérea. Tras su liberación, quedó bajo custodia del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), que finalmente decidió su expulsión junto a un grupo de 40 migrantes, varios de ellos cubanos.
Según declaró su hermana, Yolaine Wilson, los deportados fueron trasladados en un autobús y liberados tras ser fotografiados, sin recibir documentación ni explicaciones sobre el procedimiento. La familia, que ha preferido mantener en reserva su ubicación actual, aseguró que le envía ayuda económica para que pueda subsistir en territorio mexicano.
El caso de Wilson generó incertidumbre porque, en un inicio, el gobierno cubano rechazó recibirlo, lo que abrió la posibilidad de su envío a un tercer país, incluso en África. Finalmente, las autoridades estadounidenses optaron por México como destino de deportación.
El secuestro que marcó su vida ocurrió el 31 de marzo de 2003. Ese día, abordó un vuelo de Cubana de Aviación que cubría la ruta Nueva Gerona-La Habana. Armado con dos granadas, obligó a la tripulación a desviar la aeronave hacia Estados Unidos. Sin embargo, el avión no tenía suficiente combustible para llegar a Florida y fue forzado a aterrizar en La Habana.
Allí comenzó una negociación que se extendió durante 14 horas y en la que intervinieron directamente Fidel Castro y James Cason, entonces jefe de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba. Durante el proceso, 22 pasajeros fueron liberados en la Isla, mientras que otros 25 y seis tripulantes continuaron el vuelo hacia Key West, escoltados por cazas F-15 y un helicóptero Black Hawk. Al aterrizar en suelo estadounidense, Wilson se entregó sin resistencia y fue procesado en tribunales federales.
Durante su tiempo en prisión, el cubano buscó rehacer su vida a través de la educación. En 2013 obtuvo un título en Ingeniería Civil en la Universidad de Pensilvania y posteriormente completó una maestría en Logística en la Universidad de Carolina del Norte. Estos logros académicos, según sus familiares, fueron su manera de sobrellevar la larga condena y prepararse para un futuro distinto.
No obstante, al salir de prisión se enfrentó al destino incierto que acompaña a muchos migrantes con antecedentes penales. De momento, se desconoce si México evaluará una eventual repatriación a Cuba o si permitirá que permanezca en su territorio bajo alguna figura migratoria.
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