En Cuba, donde las leyes de protección animal brillan por su ausencia o simplemente no se aplican, los actos de crueldad animal quedan impunes y la justicia parece estar reservada solo para quien tiene poder o silencio.
El caso reciente de una gatica brutalmente asesinada en Mayarí, Holguín, ha encendido nuevamente la indignación de ciudadanos y activistas.
Lourdes Elena, la dueña de la pequeña felina, acudió a la Unidad de Policía de Mayarí exigiendo justicia por su mascota, que fue lanzada desde un tercer piso y luego rematada a golpes por una vecina identificada como Mabel Katerina Pupo Meléndez.
La respuesta de las autoridades fue tan cruel como el crimen: ¡indiferencia total! Lourdes fue ignorada por más de cuatro horas y, para colmo, ahora enfrenta una denuncia por “difamación” tras contar la verdad en redes sociales.
Así de retorcida es la justicia cuando el Estado no protege a los más vulnerables: la víctima termina siendo perseguida mientras la agresora permanece impune. Y no es un caso aislado. Día a día se repiten episodios de maltrato, abandono y tortura animal en toda la Isla sin que las autoridades actúen.
Ante esta realidad, han surgido asociaciones protectoras de animales, formadas por ciudadanos comunes que, sin apoyo del gobierno ni respaldo legal, intentan dar voz a quienes no pueden defenderse.
Una de las manifestaciones más evidentes de maltrato animal son las peleas de perros, que se realizan a la vista de todos, en cualquier esquina, en cualquier terreno. Son admitidas sin remilgos por parte de las autoridades que jamás escuchan una denuncia al respecto.
Las organizaciones independientes, nacidas del dolor y la impotencia, luchan desde el activismo por el respeto a la vida animal. Son ellas las que denuncian, rescatan, curan y dan refugio, porque el sistema les ha dado la espalda.
En Cuba no existen mecanismos reales de denuncia, ni tribunales que castiguen de manera efectiva el abuso animal. Lo que existe es una población cada vez más consciente y decidida a no callar más. Porque cuando el Estado se desentiende, la ciudadanía organizada se convierte en el último refugio de justicia.
La impunidad no puede seguir siendo la norma. Este caso no debe quedar en el olvido. Hoy fue una gatica, mañana puede ser cualquiera. La violencia que no se detiene, se multiplica.
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Del perfil de La Tijera
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