El sector privado en Cuba se ha convertido en un pilar imprescindible de la economía nacional, aunque sus posibilidades de desarrollo real siguen atadas a un modelo estatal que lo utiliza más como válvula de escape que como motor de crecimiento.
Según un informe del economista Ricardo Torres Pérez para el Cuba Study Group, los emprendedores cubanos generan más del 31 % del empleo en el país y dominan el 55 % del comercio minorista.
Sin embargo, su aporte al Producto Interno Bruto apenas alcanzó el 15 % en 2024. Una contradicción que refleja cómo, a pesar de su dinamismo, las mipymes y los cuentapropistas siguen marginados de sectores estratégicos como la exportación, las divisas o la industria productiva.
Los datos son reveladores: solo el 3.2 % de las exportaciones son realizadas por el sector privado, mientras que el 23 % de los ingresos fiscales del Estado provienen de impuestos aplicados a estas pequeñas empresas.
En otras palabras, los emprendedores no solo generan empleo y abastecimiento, sino que sostienen una parte sustancial del presupuesto estatal, sin recibir a cambio las facilidades que sí se otorgan a inversionistas extranjeros.
A estas limitaciones se suman los apagones constantes, la crisis de suministros y el golpe más reciente: la salida de Airbnb en mayo de 2025. La plataforma, que representaba una vía clave para el turismo privado, suspendió pagos a anfitriones dentro de Cuba y bloqueó nuevas operaciones.
Más de mil alojamientos y experiencias —desde clases de cocina hasta recorridos culturales— quedaron en pausa, dejando a cientos de emprendedores sin ingresos.
Mientras tanto, el gobierno continúa apostando por el turismo estatal, invirtiendo en hoteles de lujo y reforzando su control sobre las divisas. El resultado es un sector privado con potencial, pero maniatado por regulaciones, topes de precios, inseguridad jurídica y una bancarización forzosa que dificulta operar.
La gráfica incluida en el informe “Sector privado en Cuba: ¿Válvula de escape o motor de desarrollo?” muestra claramente el dilema: los emprendedores son vitales en áreas visibles de la economía, pero están excluidos de los sectores de mayor productividad y competitividad internacional.
El sector privado en Cuba es resiliente y creativo, pero choca con un muro de restricciones. Produce, genera empleo y sostiene al Estado con impuestos, pero no puede desplegar todo su potencial mientras el régimen lo siga viendo como un mal necesario y no como un aliado para el desarrollo.
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