Vale preguntarse: ¿Quién le para los pies a Sandro Castro?
Mientras en Cuba millones de ciudadanos viven bajo un sistema que criminaliza la protesta, silencia la disidencia y castiga cualquier intento de libertad, Sandro Castro, nieto del dictador Fidel Castro, continúa provocando desde su pedestal de privilegios.
Esta vez, lo ha hecho publicando una imagen en sus redes sociales donde aparece escoltado por dos sujetos con apariencia de guardaespaldas, luciendo actitud desafiante y presumiendo un poder que no le pertenece, pero que le ha sido heredado por una dinastía que ha mantenido al país oprimido durante más de seis décadas.
"Con los Power Ranger", escribió con sorna en su historia de Instagram, acompañando la escena con emojis de ninja y bandera cubana, como si la burla fuese parte esencial de su personaje. La fotografía, tomada de noche frente a lo que parece ser un edificio institucional, muestra a Sandro cruzado de brazos, con dos hombres vestidos de negro, mochilas tácticas y postura paramilitar, como si el nieto del tirano necesitara protección frente a un pueblo que lo desprecia con razón.
Resulta obsceno, ofensivo y profundamente doloroso que mientras la mayoría de los cubanos no pueden salir a la calle a exigir pan, electricidad o derechos sin exponerse a la represión violenta del régimen, este personajillo se pavonee como una celebridad, blindado por los mismos mecanismos de poder que pisotean las libertades del pueblo.
No es la primera vez que lo hace. Sus constantes exhibiciones de riqueza, sus carros deportivos, sus fiestas privadas con licores de lujo y puros caros, lo han convertido en un símbolo de la decadencia moral del castrismo.
Este nuevo despliegue no es casual. Es una provocación calculada, una reafirmación de su estatus de intocable, una bofetada a los cubanos que luchan cada día por sobrevivir en una isla secuestrada por la casta que él representa.
Mientras la represión sigue siendo política de Estado, mientras miles de familias viven en la incertidumbre y el miedo, Sandro Castro se divierte mostrando músculo y poder, ajeno a cualquier consecuencia, protegido por el apellido que lleva.
Y es precisamente esa impunidad heredada, celebrada y promovida, lo que hace inaceptable esta nueva exhibición. Porque Cuba no necesita más provocaciones. Cuba necesita justicia, libertad y el fin de los privilegios para unos pocos a costa del sufrimiento de todos.
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