Una denuncia estremecedora llega desde Jiguaní, provincia de Granma, donde vecinos de las comunidades La Jatía y La Yaya viven una verdadera pesadilla humanitaria. Una madre desesperada rompió el silencio:
“Gloria a Dios, esta situación me tiene desesperada… Hay muchos niños, hace días estaban comiendo bolitas de fongo que dejó el río, y ya hay personas enfermas con el virus que se propagó en los centros de evacuados.”
Las imágenes y testimonios que circulan muestran a niños desnutridos, familias enteras sin alimentos ni atención médica, y comunidades hundidas entre el barro, los mosquitos y la basura. Mientras tanto, el régimen mantiene retenidas las donaciones de UNICEF, que podrían aliviar la tragedia.
“Llegaron dos donaciones, pero nadie sabe nada, todo lo esconden…”, denunció otra vecina.
La cabecera municipal de Jiguaní está colapsada. No hay saneamiento, los basureros se acumulan en las calles, y los brotes de virus se extienden sin control. En los centros de evacuados, los niños enferman y los ancianos mueren sin que llegue la ayuda prometida.
Este episodio recuerda lo ocurrido meses atrás en Maisí (Guantánamo), donde comunidades enteras también quedaron abandonadas tras las lluvias y las donaciones internacionales fueron desviadas a almacenes controlados por funcionarios. En Las Tunas y Camagüey, los reportes son similares: el pueblo sin recursos, mientras la ayuda humanitaria se convierte en propaganda o desaparece misteriosamente.
En Jiguaní, la desesperación crece. Vecinos aseguran que grabaron videos, enviaron cartas y pidieron socorro, pero “no ha llegado nadie”. Nadie del Partido, ni de Salud Pública, ni de los llamados “organismos de masas”.
Mientras tanto, el régimen comunista continúa exhibiendo en la televisión reportes de “solidaridad” y “control sanitario”, mientras en la vida real miles de cubanos luchan por sobrevivir entre el hambre y las enfermedades.
El pueblo clama: “¡Cuba sálvate! Que el mundo vea lo que los comunistas callan.”
Una frase que hoy resuena con fuerza desde el oriente del país hasta el último rincón donde un niño cubano se va a dormir con el estómago vacío.
Del perfil de La Tijera
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