El Hospital Pediátrico de Camagüey es una bomba de tiempo. Existe una situación alarmante que pone en riesgo la vida de niños, médicos, familiares y trabajadores. Y es que justo frente a los balones de oxígeno medicinal y al lado de la consulta de Otorrinolaringología, se ha acumulado un vertedero de basura que no solo evidencia una profunda negligencia institucional, sino que representa un peligro inminente para todos los que acuden allí.

Basta con imaginar que una colilla de cigarro, una chispa o una llama accidental alcance esa zona para desatar una tragedia de proporciones incalculables. Es inconcebible que en pleno 2025 aún estemos enfrentando este tipo de situaciones en un centro médico que debería estar entre los lugares más cuidados y protegidos de la ciudad.

La irresponsabilidad de quienes permiten que la basura se acumule al lado de un área tan sensible como donde se almacena oxígeno, es inaceptable. ¿Dónde están las autoridades competentes? ¿Dónde están los mecanismos de control, la supervisión sanitaria y la acción inmediata?

Camagüey no puede seguir siendo rehén del abandono y la indolencia. Las familias que llevan a sus hijos al Pediátrico no solo enfrentan la escasez de medicamentos y recursos; ahora también deben temer por su seguridad ante el riesgo de una explosión o incendio.

Esta denuncia no busca alarmar sin sentido, sino prevenir antes de lamentar. Exigimos que las autoridades respondan. ¿Qué dicen las autoridades camagüeyanas? El pueblo necesita respuestas claras y acciones urgentes. No se puede normalizar el peligro, no se puede permitir que una negligencia tan evidente se mantenga por más tiempo.

Lo que ocurre en el Hospital Pediátrico de Camagüey no es un hecho aislado; es el reflejo del deterioro institucional que vive el país. Pero cada vida cuenta y cada tragedia que pueda evitarse es una obligación moral de quienes gobiernan.

No hay excusa válida para seguir ignorando esta situación. Hoy es basura junto al oxígeno. Mañana podría ser una explosión. No esperemos a lamentar lo que podemos corregir ahora.

Fuente: José Luis Tan Estrada

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