En Guantánamo, un hombre fue detenido bajo la lluvia mientras intentaba robar en una bodega, un hecho que evidencia la creciente inseguridad en Cuba. La detención reveló que el individuo portaba cigarros para vender y herramientas para violentar cerraduras, en un contexto donde la escasez de alimentos básicos impulsa a muchas personas a cometer delitos por necesidad.

Este caso no es aislado. Apenas semanas antes, en la misma provincia, 14 sacos de arroz fueron robados de otra bodega, mostrando la implicación de receptadores en la cadena de venta clandestina.

La ministra de Comercio Interior Betsy Díaz Velázquez reconoció que más de 163 robos en bodegas se han reportado en lo que va de 2025, cifra que supera la registrada el año anterior. Incluso un trabajador perdió la vida defendiendo su puesto durante un asalto, un hecho que subraya la gravedad de la situación.

Holguín, Las Tunas, Santiago de Cuba y Mayabeque también figuran entre las provincias más afectadas, donde la falta de seguridad en los establecimientos y los bajos salarios de los trabajadores convierten a los productos almacenados en un objetivo codiciado.

La situación se agrava por la escasez crónica y el colapso del sistema de distribución estatal, que deja a miles de familias en incertidumbre sobre el acceso a alimentos esenciales.

En La Habana, también se han reportado robos en mercados estatales y tiendas recaudadoras de divisas, donde delincuentes aprovechan la escasez para sustraer productos de primera necesidad.

Otro caso reciente en Santiago de Cuba involucró a un grupo de hombres que intentó saquear una bodega de productos racionados; la policía logró detenerlos, pero parte del botín desapareció antes de la intervención.

Mientras el gobierno promueve campañas que dan risa como “Guardianes por mi bodega” para fomentar la vigilancia comunitaria, los vecinos critican que estas medidas trasladan la responsabilidad de la seguridad a los ciudadanos, sin resolver las causas profundas de la delincuencia.

La combinación de necesidad, falta de vigilancia y déficit de recursos ha convertido a las bodegas en símbolos de un sistema que enfrenta su crisis más profunda, donde el hambre y la inseguridad alimentaria se entrelazan con la violencia y la desesperación de la población.

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