Las frases que forjaron el poder: consignas del gobierno cubano bajo la lupa (IX) “El imperialismo es nuestro enemigo histórico”
Redacción de CubitaNOW ~ miércoles 1 de octubre de 2025

Pocas frases han calado tan hondo y tan reiterado en la narrativa oficial del poder en Cuba como la de que “el imperialismo es nuestro enemigo histórico”. Esta sentencia, repetida durante más de seis décadas, se convirtió en un dogma político y en una herramienta de control ideológico que trascendió generaciones.
La idea de un “enemigo histórico” sirvió como justificación casi universal: desde la falta de alimentos hasta el fracaso de planes económicos, pasando por el autoritarismo y la ausencia de libertades cívicas. Todo hallaba explicación en un adversario externo que, según la propaganda, acechaba de manera permanente, impidiendo el florecimiento de la nación.
El concepto se instaló en la educación, en los medios de comunicación, en la vida cotidiana. Los niños crecieron aprendiendo que había un enemigo invisible pero siempre presente, responsable de cada carencia y cada frustración. Ese discurso creó un imaginario de asedio perpetuo, donde la ciudadanía debía cerrar filas con el poder y aceptar sacrificios sin cuestionamientos.
Pero, al mirar bajo la lupa, la frase revela más de lo que aparenta. En primer lugar, se trata de una construcción selectiva de la historia: reduce la complejidad de las relaciones internacionales a un relato maniqueo de buenos y malos, donde el poder se arroga el papel de defensor heroico frente a una amenaza descomunal. En segundo lugar, funcionó como mecanismo de cohesión interna: mantener vivo el miedo a un “enemigo histórico” permitió aplazar debates esenciales sobre democracia, derechos humanos y modelos económicos viables.
Lo más revelador es que, mientras se proclamaba esa enemistad eterna, la realidad mostró momentos de acercamiento, negociaciones discretas y hasta intercambios estratégicos con el supuesto enemigo. La frase, entonces, no solo fue una bandera política, sino también una máscara: un instrumento útil para movilizar y disciplinar a la población.
En el siglo XXI, repetir que “el imperialismo es nuestro enemigo histórico” resulta cada vez menos convincente. Las nuevas generaciones crecieron en un mundo conectado, con acceso —aunque limitado— a realidades diversas. Muchos cubanos saben ya que los problemas estructurales del país no se explican únicamente por un adversario externo, sino también por la falta de transparencia, de participación y de opciones de desarrollo interno.
Al final, lo que bajo la lupa se descubre es que esta frase, más que una verdad histórica, fue una estrategia de poder. Una manera de eternizar el conflicto como excusa y de desviar la atención de los verdaderos desafíos de la nación.