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Entrevista a Willy Chirino enciende debate sobre migración y libertad

Redacción de CubitaNOW ~ jueves 7 de agosto de 2025

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Lo que comenzó como una colaboración musical entre Willy Chirino y Osmani García terminó convirtiéndose en un polvorín político. El pasado 4 de agosto, el Enrique Santos Show (iHeartRadio/YouTube) estrenó una entrevista de más de una hora que, lejos de ser solo una celebración de la reedición urbana de La Noche Perfecta, encendió viejos conflictos en la comunidad cubanoamericana sobre migración, identidad y responsabilidad pública.

Aunque la conversación arrancó con bromas ligeras y anécdotas musicales —como el recuerdo de cómo en Cuba escuchar a Chirino podía significar perder el trabajo o ir a prisión—, la charla pronto viró hacia terrenos más sensibles. Osmani narró cómo su familia protegía los casetes de Chirino como si fueran oro, y Santos recordó que por escuchar al artista, se podía terminar tras las rejas.

Ese hilo de memoria emocional conectó con el presente, donde el niño que escuchaba a escondidas ahora canta con su ídolo en Miami. Pero el encuentro también tocó fibras mucho más tensas: la política migratoria de EE. UU. y los juicios sobre los recién llegados.

Fue Willy Chirino, símbolo del exilio y emigrado desde niño por la Operación Pedro Pan, quien lanzó las declaraciones más polémicas. Comparó la situación actual con el éxodo del Mariel y afirmó que el presidente Joe Biden “dejó entrar a 21 millones de personas que tú no sabes de dónde son”, cifra que no concuerda con los datos oficiales: según ICE y reportes de The Guardian, las deportaciones bajo Biden superaron incluso las de Trump, mientras que las entradas distan mucho de los 21 millones que mencionó Chirino.

Además, lanzó una frase que dividió a la audiencia:

“Aquí no se viene a ser vago ni a estar en una esquina tomando cerveza; aquí se viene a trabajar”.

Mientras algunos lo vieron como un llamado al esfuerzo, otros lo interpretaron como una estigmatización injusta hacia los nuevos migrantes.

La polémica estalló en redes y en la prensa de la diáspora, obligando al propio Enrique Santos a salir al paso. “No todos pensamos igual, pero callar por miedo no es libertad”, declaró en su pódcast. Defendió el espacio como un lugar de conversación abierta, sin censura.

Santos también recordó la trayectoria filantrópica de Chirino, desde su fundación benéfica hasta su apoyo a Hermanos al Rescate o su presencia en Guantánamo durante la crisis de los balseros. Aun así, el daño estaba hecho: las palabras del cantante habían polarizado a su propio público.

El locutor anunció un episodio especial de seguimiento con abogados de inmigración y economistas para poner en contexto los números citados. Pero muchos se preguntan si no hubiese sido mejor intervenir en vivo, cuando se lanzó una cifra tan poco verosímil como los 21 millones.

La crítica más seria no fue solo hacia Chirino, sino hacia el rol del entrevistador. Algunos analistas sostienen que Enrique Santos debió cuestionar o pedir la fuente del dato en ese momento, no para desmentirlo agresivamente, sino para proteger la calidad de la conversación.

Una simple pregunta como:

“Willy, esa cifra parece mucho más alta que las oficiales. ¿De qué fuente proviene?”

hubiese bastado para invitar a la reflexión sin crear confrontación.

El verdadero periodismo, argumentan, no es ser complaciente ni agresivo, sino ejercer de contrapeso sereno, sobre todo cuando se tratan temas tan delicados como la migración, donde las emociones, las estadísticas y las experiencias personales conviven en un terreno frágil.

Más allá de la polémica, el episodio deja varias lecciones:

Que la comunidad cubanoamericana sigue dividida entre quienes creen en la meritocracia a ultranza y quienes temen un deterioro social si no se controlan las fronteras.

Que los delitos cometidos por migrantes son, en realidad, menores que los generados por ciudadanos nativos, según estadísticas.

Y que la precisión informativa y la empatía no son incompatibles, sino necesarias.

En definitiva, Willy Chirino no rehúye el conflicto, y Enrique Santos ha creado un espacio donde la conversación cubana —con sus heridas, nostalgias y contradicciones— sigue latiendo. Pero como bien recordó este caso, la libertad de expresión también exige rigor. Y en la era de la desinformación, preguntar a tiempo es un acto de respeto, no de censura.


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