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De lo absurdo a la realidad: vicedecano agradece al ministro por un pasaje en tren de 35 horas

Redacción de CubitaNOW ~ viernes 26 de septiembre de 2025

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La historia reciente de Yosmany Ventura Pérez, Vicedecano de Investigación y Posgrado de la Universidad de Pinar del Río, se ha convertido en un retrato perfecto de la precariedad del transporte en Cuba.

El funcionario tuvo que escribir directamente al ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, para conseguir algo que debería ser un derecho básico de cualquier ciudadano: un simple pasaje en tren.

El caso resulta tan llamativo como absurdo. Después de la gestión personal del ministro, Ventura logró abordar un tren rumbo a Santiago de Cuba, un recorrido de poco más de 800 kilómetros que, en condiciones normales, debería tomar entre 12 y 15 horas. Sin embargo, la travesía duró 35 interminables horas.

A pesar de la odisea, el vicedecano expresó públicamente su “profundo agradecimiento” al ministro por el favor recibido, presentando lo que en realidad es un fracaso del sistema como un gesto heroico de los dirigentes.

Este relato no es una anécdota aislada, sino el reflejo de una crisis estructural. El transporte ferroviario en Cuba, que en décadas pasadas fue un orgullo nacional, hoy se arrastra entre vagones oxidados, locomotoras sin repuestos y horarios que nadie respeta. Conseguir un pasaje se ha vuelto un lujo reservado para quienes cuentan con influencias o, en muchos casos, con dinero para pagar intermediarios en la reventa ilegal.

Mientras tanto, los ciudadanos de a pie enfrentan la dura realidad de terminales abarrotadas, viajes cancelados sin previo aviso y un sistema de transporte interprovincial que apenas logra sobrevivir. La infraestructura está tan deteriorada que incluso trabajadores y viajeros reconocen que cada trayecto es una apuesta contra la paciencia y la resistencia física.

Durante su viaje, Ventura observó cómo otros pasajeros necesitaban asistencia social para poder trasladarse, evidencia de la escasez de recursos que golpea a la mayoría de la población. En contraste, él pudo viajar gracias a la intervención de un ministro, un privilegio que muy pocos pueden darse.

Esa desigualdad marca la pauta de la vida cotidiana en la Isla: mientras la propaganda busca resaltar la “gestión” de los dirigentes, los cubanos comunes deben resignarse a largas esperas y a la incertidumbre constante de si lograrán llegar a su destino.

En Cuba, viajar en tren ya no es un derecho ni una opción práctica: es una odisea marcada por la precariedad, el favoritismo y la resignación de un pueblo acostumbrado a agradecer hasta lo mínimo.


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