La reciente noticia sobre una supuesta cooperación de Rusia en la modernización del sistema eléctrico cubano parece más una maniobra propagandística desesperada que una solución real al profundo colapso energético que sufre el país.
Según un comunicado del Ministerio de Energía ruso, se contempla la construcción de una unidad generadora de 200 MW y la rehabilitación de unidades ya existentes de 100 MW. La declaración surge tras un encuentro entre Sergei Tsivilev, ministro ruso de Energía, y el ministro cubano del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Oscar Pérez-Oliva Fraga, durante el Foro Económico Internacional de San Petersburgo. Sin embargo, más allá del anuncio, no se ofrecieron fechas, montos concretos de inversión ni un cronograma de ejecución, lo cual refuerza la idea de que se trata de un globo de ensayo para distraer a la ciudadanía.
El sistema eléctrico cubano, con termoeléctricas obsoletas, constantes apagones y una infraestructura al borde del colapso, no se resuelve con promesas vagas ni pequeños parches técnicos. Según estimaciones no oficiales, para estabilizar la generación energética del país y modernizar completamente su infraestructura, se necesitarían entre 8.000 y 10.000 millones de dólares. Una cifra que Cuba, con su economía en crisis, sanciones internacionales y sin acceso a créditos reales, simplemente no tiene de dónde sacar.
Mientras tanto, el pueblo continúa enfrentando apagones de hasta 18 horas diarias en varias provincias, afectaciones severas al suministro de agua, interrupciones del transporte público, paralización de industrias y el deterioro de la calidad de vida. Esta realidad ha provocado un creciente malestar social que el gobierno intenta contener con promesas huecas, silenciamiento en los medios oficiales y una narrativa basada en que “todo está bajo control”.
La inclusión en el discurso de posibles programas de capacitación para personal técnico y el uso de inteligencia artificial no hace más que añadir un barniz de modernidad a una situación desesperada. La realidad es que ni con entrenamiento ni con IA se puede cubrir el déficit energético estructural que sufre el país si no hay inversión seria, planificación transparente y voluntad política para reformar el sector.
Mientras se invierte tiempo en gestos diplomáticos sin sustancia, las termoeléctricas cubanas continúan apagándose una tras otra, sin mantenimiento real ni combustible suficiente. La ayuda rusa, en el mejor de los casos, será una curita sobre una hemorragia que exige una cirugía profunda. Pero el régimen parece más interesado en contener el clamor popular que en resolver la raíz del problema.
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